Por José Peña Mendoza
Hablar de los pobres y estar con ellos solidariamente; ponerse del lado de los pasados a llevar por las injusticias estructurales; defender la causa de los débiles y postergados; criticar razonable y humanamente el abuso de los aparatos del Estado (sea el gobierno que sea); apoyar la causa de las mujeres por tanto tiempo avasalladas, como también la de las etnias, minorías, trabajadores, estudiantes, pensionados, enfermos y niños, no tiene por qué ser catalogado siempre de «comunismo». Estas acciones nacen del evangelio de Jesús, quien siempre estuvo con los oprimidos; nunca con los poderosos (verifíquenlo en las escrituras ustedes mismos). Esta es la única razón que nos debería mover a los cristianos, para pensar y actuar.
Quien pretende reducir la discusión llevándola al plano político, en sentido partidista, se equivoca. Pero esto último es lo que por lo general le ocurre a varios evangélicos, que en estos días agitados se atoran defendiendo a la izquierda o a la derecha. Sin darse cuenta – quizá conscientemente incluso– se han doblado ante la lógica ideológica allendista o pinochetista que aun late con encono en Chile.
Pero existe una opción mejor, más allá de la izquierda, centro o derecha. Será nuestra tarea y deber, entonces, construir un discurso y acción que nazca desde la fe, como respuesta de construcción social. Una respuesta que nazca desde la espiritualidad y la ética cristiana. Sin embargo, este es el camino más difícil. Es el mejor, pero el más difícil. O seguimos enfrascados en la discusión odiosa, brutal y sorda, propia de nuestras trincheras egoístas y carnales (pecado); o nos decidimos por la transformación del evangelio de Jesús, aun a costa de tener que renunciar a nosotros mismos. ¿No es este, acaso, el llamado al seguimiento que Jesús propuso?
*José Peña es pastor de la Iglesia Evangélica de Providencia y Director del Instituto Evangélico de Teología.