por Benjamín Almendras
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Muchos quedamos perplejos por el reportaje exhibido en Meganoticias el día domingo 24 de abril de 2022, donde se daba a conocer el relato de un joven, ex oficial diácono, que habría sido víctima de abuso sexual por parte de un ex pastor de la ciudad de San Antonio que hasta hace poco formaba parte del Honorable Presbiterio Mayor de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile de derecho público.
Casi de inmediato se vieron algunas reacciones en las redes sociales, por supuesto, de indignación, pero junto con eso, el discurso que ya conocemos de que “no debemos juzgar”, que “el que esté libre de pecado lance la primera piedra”, que “no debemos sorprendernos porque todas estas cosas ya están advertidas en la Biblia”, que “hay que entregarle estos problemas al Señor y orar mucho para que Dios ilumine a las autoridades superiores de la Iglesia para que arriben a una solución satisfactoria”. Se trata del mismo discurso con el cual se trata de callar a la membrecía cada vez que un escándalo remece a la Iglesia.
Posteriormente, el día 26 de abril de 2022, el actual Presbiterio Mayor emite un Comunicado Oficial en el cual da cuenta que los pastores Superintendente y Jefe de Sector recibieron la denuncia en contra del ex pastor de San Antonio con fecha 1 de febrero de 2021, y que al día siguiente el obispo presidente se comunicó con los denunciantes. Que el día 16 de febrero de 2021 se realizó reunión del Presbiterio Mayor sin que los que conocían la denuncia lo dieran a conocer en dicha reunión a los demás integrantes del Presbiterio Mayor, pero sí se trató el tema de la renuncia voluntaria del ex pastor de San Antonio, por motivos de salud. Asimismo, agrega que se preguntó por parte de los asistentes a dicha reunión si acaso la salud era el único motivo por el cual se presentaba la renuncia, lo cual fue confirmado por el ex obispo presidente y el secretario de ese entonces. De este modo, argumentan que los actuales miembros del Presbiterio Mayor ignoraban por completo la denuncia, y que, por tanto, aceptaron la dimisión del ex pastor, desconociendo los hechos por los cuales se le acusaba, ya que de haber ido así, hubiesen pasado los antecedentes al Tribunal Eclesiástico, donde seguramente se habría tomado otra determinación, en lugar de aceptar la renuncia.
La nota agrega que se dará a conocer el comunicado a la Iglesia y a la opinión pública, se estudiará la revisión de los procedimientos y protocolos para evitar la omisión de antecedentes en correspondencia y tipos de acciones como los denunciados; asimismo, se enviarán los antecedentes al Tribunal Eclesiástico para que determine las eventuales faltas o fallas respecto de este tema y situaciones descritas. Finalmente, lamenta la situación que se produjo por la “omisión de información”, recordando que no fue posible agilizar la tramitación aludiendo problemas de aforo y suspensión de reuniones aplicadas por la autoridad sanitaria.
Nótese que el comunicado en ningún momento expresa su solidaridad ni compromete su apoyo a las víctimas de los hechos denunciados, tampoco se compromete a investigar para descartar que haya otras posibles víctimas, ni manifiesta ponerse a disposición de la Fiscalía para proporcionar los antecedentes que necesite. Casi todo el contenido de la misiva se dedica a excusar a la actual administración de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile de Derecho público de haber tenido responsabilidad alguna en el desarrollo de los hechos expuestos en el reportaje, circunscribiendo el problema a una mera “omisión de información” de orden administrativo. Mientras la actual administración se excusa diciendo que no son responsables de lo hecho por la administración anterior, el anterior obispo dice que él ya no está al frente de la Iglesia, que ahora el asunto le compete a las nuevas autoridades, y le corta la llamada al periodista que está haciendo el reportaje.
Parece que no se aprendió nada de lo ocurrido a la Iglesia Católica hace algunos años con el caso Karadima, donde no solamente se cuestionó al sacerdote acusado de abusos sexuales, sino al resto de la jerarquía de dicha Iglesia por no haber acogido oportuna y satisfactoriamente las denuncias que se hicieron en su momento, así como querer proteger al sacerdote, dada su extensa trayectoria como formador de vocaciones sacerdotales. Se privilegió cuidar la imagen institucional por sobre hacer justicia a lo más débiles. Por eso el paralelo con lo ocurrido en San Antonio es inevitable. (Recuerdo que después de conocerse el caso Karadima, algunas personas católicas decían en conversaciones privadas que al haber perdido la Iglesia Católica su credibilidad en temas morales, esperaban secretamente que fueran los evangélicos quienes sacaran la cara por los valores tradicionales relacionados con la vida, la sexualidad y la familia).
Sin querer ahondar en los detalles de los hechos dados a conocer en el mencionado reportaje, los cuales están siendo objeto de una investigación por parte del Ministerio Público, quiero detenerme en las causas de fondo que propician, en primer lugar, que se cometan abusos (no sólo sexuales) y que luego dichos abusos se oculten o se haga muy difícil sacarlos a la luz y sancionarlos.
Ya hemos dicho en otras publicaciones que nuestro evangelicalismo criollo considera a los pastores como unos “ungidos”, que en su calidad de tales están por sobre los demás creyentes. El sociólogo suizo Christian Lalive d’Pinay, en su libro El refugio de las masas, escrito en la década de los ‘60, explica el crecimiento de los evangélicos en Chile. Allí señala que en la primera mitad del siglo XX, el campesino que emigraba del campo a la ciudad, encontró en las iglesias pentecostales una estructura de poder similar a la que había vivido en la hacienda, donde el pastor pasaba a ocupar el rol paternal del patrón de fundo. Esta situación, sumada a un sistema de gobierno episcopal exacerbado, explica la forma autoritaria de gobierno que suele darse en la mayoría de las iglesias pentecostales, especialmente en las más antiguas. El pentecostalismo endógeno, es decir, aquel movimiento nacido en Chile a partir del Avivamiento de 1909, recoge el sentir de la población marginal del Chile de principios del siglo XX, formado por campesinos, muchos de ellos analfabetos, que venían emigrando a las ciudades, trayendo consigo su mentalidad, carácter, costumbres y cultura aprendidas en la hacienda con el patrón. Por eso no es de extrañar que al sistema de gobierno episcopal, heredado del metodismo y el anglicanismo, le hayan ido poniendo “de su cosecha” con los años.
Pero más allá del contexto histórico y cultural de la época en que el pentecostalismo chileno fue tomando forma, también hay ciertos hechos puntuales que explican la rigidez de la administración en la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile y de algunas que salieron de ella, y que explican por qué es tan difícil cuestionar de manera eficaz la autoridad de un pastor o de un obispo.
En julio de 1928, en el N° 7 de la Revista “Fuego de Pentecostés” (en ese entonces, órgano oficial de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, antes de producirse la división que daría origen a la Iglesia Evangélica Pentecostal) el pastor Willis Hoover, escribía:
“El pastor es tal por la invitación y nombramiento de un cuerpo que se llama Junta de Oficiales, que tienen a su cargo todos los asuntos materiales de la iglesia, en particular, todas las finanzas. Estos perciben todos los dineros que entran en la iglesia y pagan al pastor un sueldo que ellos mismos fijan. Estos también secundan eficazmente la obra espiritual de la Iglesia.”
Como podemos darnos cuenta, el sistema de administración que actualmente conocemos, no fue el que imperó en los inicios del pentecostalismo en Chile. Entonces, ¿en qué momento se dejó de lado este sistema de administración?
UN SECRETO A VOCES
Si uno indaga en la historia, se dará cuenta que hubo una serie de hechos que fueron de a poco “corriendo el cerco” desde una administración donde el pastor era tal “por invitación de la Junta de Oficiales”, a otra donde es el pastor es quien escoge a los oficiales de entre los miembros de su confianza, transformándose en una figura difícil de cuestionar.
Aquí surge la figura carismática del obispo Manuel Umaña Salinas, bajo cuya administración se produjeron muchas divisiones al interior de la Iglesia, que dieron origen a muchas denominaciones pentecostales en nuestro país. A los que hemos sido metodistas pentecostales, nos han contado la versión de que dichas divisiones se produjeron por la rebeldía, envidia, ansias de poder y espíritu divisivo de quienes se atrevieron a cuestionar la autoridad del siervo de Dios, y que nuestra iglesia es la que “se mantuvo fiel a la sana doctrina”. Pero si uno indaga la otra versión de los hechos, encontrará que casi todas las divisiones tenían como lugar común el autoritarismo de Manuel Umaña Salinas, el exceso de atribuciones que iba acumulando, y la decepción que generaba el alejarse de los principios iniciales en cuanto a la administración.
Es aquí donde quisiera referirme a un hecho que ha sido un secreto a voces en la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile: el adulterio del obispo Manuel Umaña Salinas. Existe documentación fidedigna de que este tuvo hijos con una mujer que no era su esposa, la diaconisa Mercedes Gutiérrez Morales, durante el tiempo en que ya era pastor. Hemos tenido acceso a los certificados de nacimiento de estas personas, pero no daremos sus nombres por respeto a su privacidad.
Esta situación, luego que fuera ocultadas durante mucho tiempo, llegó a ser un hecho conocido por algunos pastores que lo encararon y que luego fueron expulsados como consecuencia de las medidas disciplinarias impuestas por Umaña en contra de quienes “murmuraban en su contra”.
En la revista Chile Pentecostal N°567 – 568, correspondiente a los meses de Octubre – Noviembre de 1963, se lee el siguiente inserto:
“AVISO A LOS PASTORES Y MIEMBROS EN PLENA COMUNIÓN
El Presidente General de la Corporación Metodista Pentecostal de Chile, no acepta ninguna declaración o denuncia que no sea por escrito y firmada debidamente por la persona responsable. Como autoridad máxima, tengo la responsabilidad de la dirección superior espiritual y materialmente de toda la obra.
Por lo tanto, denuncias verbales o por otro conducto no se tomarán en cuenta, considerándolas fuera de orden y sin ningún valor.
Si un miembro tuviera que buscar la solución de algún problema ante el Jefe Espiritual, deberá acreditar que es miembro en plena comunión, con buen testimonio de la Iglesia y del pastor donde pertenece.
Cuando un miembro en plena comunión se ausentare de la Iglesia por tres meses, sin el consentimiento del Pastor, al volver, tendrá la obligación de presentar una declaración escrita dando cuenta de los motivos de su ausencia. Si no lo hiciere, perderá todo derecho como miembro en plena comunión y el pastor por su parte podrá averiguar si dicho miembro anduvo conforme a la vocación a que es llamado.
Si algún miembro en plena comunión FUERE DESTITUIDO POR HABERSE DESMEDIDO EN MURMURACIONES VENENOSAS CONTRA LA AUTORIDAD SUPERIOR Y LA IGLESIA, –POR CAUSA DE PROVECHO O DE OTRA IDEOLOGÍA REÑIDA A NUESTRA FE– NO SERÁ ADMITIDO EN NINGUNA IGLESIA DEPENDIENTE DE LA CORPORACIÓN.
Para ser admitido nuevamente, TENDRÁ QUE SER APROBADO POR LA JUNTA OFICIAL, PREVIO ARREPENTIMIENTO Y MEDIANTE NUEVA PROMESA. En este caso, se admitirá SOLAMENTE COMO MIEMBRO PROBADO. (sic)
El pastor dará cuenta de esta medida, comunicándola por escrito al Presidente general, quien procederá autorizando la publicación respectiva en el órgano oficial de la Iglesia.
Póngase en práctica esta disciplina con todo temor y respeto por Dios, a contar de esta fecha y en todas las iglesias dependientes de la Corporación Metodista Pentecostal de Chile.
Santiago, Julio de 1963.
EL PRESIDENTE GENERAL.”
(El uso de mayúsculas corresponde a la publicación original)
Posteriormente, en noviembre del mismo año, en el número inmediatamente siguiente del mismo órgano oficial, en la página 7, se puede leer la noticia en que se pone en conocimiento de la Iglesia que la Conferencia, los pastores, conjuntamente con el directorio, acordaron por medida disciplinaria, dejar fuera de la Corporación al Pastor que allí se menciona, y que, según sabemos, encaró a Umaña por su adulterio.
De esta manera, se fue configurando un sistema de gobierno autoritario, centrado en el pastor a nivel local, y en el obispo a nivel denominacional, donde toda voz disidente era silenciada, y cualquier cuestionamiento a la autoridad era castigado con la expulsión.
Años después, durante la administración del obispo Javier Vásquez Valencia, se suprimió la figura del delegado en las Conferencias, quien era el representante de la congregación que, aunque no tenía derecho a voto, tenía derecho a estar presente en las sesiones. Sin esta figura, las congregaciones ya no podrían enterarse a cabalidad de los pormenores de los temas tratados en Conferencia.
“VOLVIENDO A LA SENDA ANTIGUA…”
Todos estos hechos deberían hacer reflexionar a mis hermanos y pastores de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile de derecho público, usando una frase que les es muy habitual: “Volver a la senda antigua”, aquella que describe el pastor Willis Hoover en el artículo ya citado, donde el pastor es tal por invitación y nombramiento de la Junta de Oficiales, los cuales se encargan de la administración financiera, siendo ellos los que perciben los dineros que entran a las arcas de la Iglesia y pagan al pastor un sueldo que ellos mismos fijan.
Para garantizar la representatividad de la Junta de Oficiales, éstos podrían ser elegidos por la congregación de entre los hermanos que tengan buen testimonio, y no depender de la “confianza del pastor” para estar ahí.
De la misma forma, que a la muerte, renuncia o cese por cualquier causa del pastor en sus funciones, se tome en cuenta la opinión de la congregación al momento de elegir al sucesor, y así se eviten las divisiones que son tan comunes al momento de producirse una sucesión pastoral.
Esto, por cierto, va mucho más allá de una mera modificación a los estatutos, implica un cambio cultural y de mentalidad, no sólo de parte de los pastores y líderes, sino de la congregación en general.
Porque un simple cambio de estatutos no hará que de la noche a la mañana se deje de enseñar que el pastor es “EL UNGIDO” al que hace referencia la Biblia cuando habla de “no toquéis a mis ungidos”; no hará que se deje de usar Números 12:1-16 para escarmentar a los hermanos que se atreven a hablar en contra del siervo de Jehová. Esto pasa por un reconocimiento de que hay cosas que se han enseñado mal, y que la excesiva acumulación de poder, sin los contrapesos adecuados, suele derivar en abusos de autoridad.
Este sistema de gobierno actual “a lo patrón de fundo”, se contrapone a lo dicho en la Escritura en 1ra. Pedro 5:2-3, dirigiéndose a los ancianos que administran las Iglesias:
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”.
Ante esto se argumenta que Romanos 13 ordena: “Sométase toda persona a las autoridades superiores…”, pero este capítulo se refiere a las autoridades CIVILES, NO ECLESIÁSTICAS, pues es a aquellas a quienes se les ha dado la espada –entiéndase, el uso de la fuerza física– para castigar al que hace lo malo.
¿Puede usarse Romanos 13 por extensión a las autoridades de la Iglesia?
El mismo Señor Jesucristo nos da la respuesta en Mateo 20:25-28…
“Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. MAS ENTRE VOSOTROS NO SERÁ ASÍ, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Por lo tanto, lo que proponemos no es algo “nuevo” que hayamos leído en un libro, copiado del mundo o de alguna otra denominación, es simplemente volver a los parámetros bíblicos en cuando al gobierno de la Iglesia, y dejar de lado la cultura patronal donde se espera que el hermano de la banca se comporte como un inquilino frente a la autoridad del pastor.
Citando al hermano Benjamín Gutiérrez: “ya hay una Iglesia renovada, distinta, con otro pensamiento”. Coincido en que hay una nueva generación de pentecostales, que tuvieron acceso a una mejor educación, la cual, no sólo les sirve para tener un ingreso que les permite adquirir bienes y servicios que sus padres o abuelos no tuvieron, sino que también les ha permitido desarrollar un pensamiento crítico y que no se deja amedrentar por intentos de manipulación espiritual como lo vimos en el reportaje mencionado por parte del ex obispo Cartes donde presionaba al hermano Gutiérrez a “DAR VUELTA A LA PÁGINA” y olvidar este asunto. Esta generación espera de los actuales líderes que promuevan los cambios necesarios para una administración más transparente, descentralizada, participativa y que baje al pastor del pedestal, no porque esté acorde con los tiempos, sino porque es lo que enseña la Escritura, y que se hagan cargo, no sólo de sancionar el hecho puntual, dando a apoyo a la o las víctimas, y colaborar con la investigación, sino que también trabajen en corregir las deficiencias de fondo que permiten que se cometan abusos e impiden que haya un control eficaz sobre quienes administran la obra, más allá de meras “omisiones de información” en secretaría.