Educación científica en las iglesias pentecostales – Por Leonel Contreras

Creación, Miguel Angel. Bóveda de la Capilla Sixtina, Vaticano.

Por Leonel Contreras Sade*

Pentecostalismo y Ciencia

Toda mi vida he sido pentecostal y conozco de cerca ese «mundo». Si bien hay variantes que separan a unos pentecostales de otros, el núcleo básico que los caracteriza es la creencia en la irrupción dramática y cotidiana del Espíritu de Dios en el creyente. Esta intervención puede presentarse, p.ej., en la forma de sueños, sanidades, voz audible de Dios, sincronías y toda clase de vías por las que Dios decide soberanamente relacionarse con el hombre. Como es obvio, esta relación latente con Dios, con el tiempo, podría detonar en una suerte de «pensamiento mágico» y, como consecuencia lógica, arribar un «enfoque o modelo de conflicto» entre la ciencia y la fe [1]. Según este enfoque, ambas están en pugna inexorable como explicaciones de la realidad. Es la postura militante y agresiva de ateos famosos como Richard Dawkins, por ejemplo.

Volviendo al punto, en rigor, es probable que este tipo de pentecostal suscriba una perspectiva precientífica del mundo y tienda a «ver» en los fenómenos naturales «causas sobrenaturales» que, tal vez, no estén presentes, lo que -llevado al extremo- podría desembocar en una enajenación de la realidad. Esta manera de ver el mundo le hace un flaco servicio tanto a la ciencia como a la «fe pentecostal» y aviva los ánimos para erradicar el conocimiento científico de la Iglesia, considerándolo un enemigo de la fe que hay que combatir, asociándolo -tal vez- directamente con el ateísmo. Con todo, aun hay creyentes que miran con recelo a la comunidad científica, ya que piensan que su propósito no sería otro que socavar la autoridad de la Biblia. A este respecto, las palabras del físico Antoine Bret son iluminadoras: «Para ser claros, los físicos no entran en sus laboratorios todas las mañanas pensando en lo que harán en el día para socavar la autoridad de la Biblia. Si creen o no, no es un problema en absoluto cuando ellos hacen Ciencia» [2]. Y añade: «Las misiones del telescopio espacial Hubble, el observatorio espacial Planck, y el observatorio Chandra X-ray no tienen absolutamente nada que ver con reunir suficientes datos para probar que la Biblia es verdadera o falsa» [3].

En suma, las explicaciones de por qué no hay -o hay muy poco- espacio para el diálogo ciencia/fe en las Iglesias pentecostales son, a lo menos, dos: (1) interpretar la empresa como un intento declarado para demostrar que Dios no existe y que la Biblia es falsa y (2) pensar que el fundamento de nuestra fe está en aquello que la ciencia no puede explicar y que sería parte de un «terreno sagrado» donde debemos -como Moisés- quitarnos las «sandalias ilustradas» (Éxodo 3:5) y entrar con el corazón, no con la razón. Llegados a este punto, ¿qué hacer?

Soluciones para acercar la Ciencia a las Iglesias pentecostales:

  • El concordismo científico
  • La educación CTS
  • El diseño inteligente (DI) en la naturaleza

(1) El concordismo científico:

De acuerdo con Lamoureux, el Concordismo (en adelante, CC) es la creencia de que en la Biblia hay una «alineación» entre las afirmaciones sobre la naturaleza y el mundo físico [4]. Pero hay gradaciones. Un concordista “moderado” como el astrofísico Hugo Ross expresa: “la creación día-edad contrasta tanto con las visiones de conflicto como de complementariedad entre la ciencia y las Escrituras. “Integración constructiva” parece ser una etiqueta apropiada del modelo día-edad. Anticipa una integración directa y armoniosa con el libro de las Escrituras con el registro de la naturaleza, en lugar de una superposición inexistente o mínima” [5]. “Los integracionistas constructivos consideramos que cada pasaje comunica mensajes relevantes a todas las generaciones de humanos, no solo a la generación del autor humanos del libro”, añade [6].

Los concordistas afirman que la Biblia predice descubrimientos científicos con siglos de antelación, p.ej., la esfericidad de la Tierra (Isaías 40:22), la expansión del universo (Isaías 40:22) [7], el Big Bang (Génesis 1:1) [8], la rotación terrestre, el ciclo del agua (Génesis 1:6-8), la atracción gravitacional que mantiene la Tierra unida al Sol (Job 26:7), la segunda ley de la termodinámica (Romanos 8:20-22) [9], La constancia de las leyes de la física (Jeremías 33:25) [10], etc. En tanto que algunos, como el físico de partículas Michael Strauss -por ejemplo-, van más allá y hacen una exégesis del día uno del Génesis como la siguiente: “en el día uno Dios dijo, “sea la luz”, y la luz apareció en la superficie de la Tierra. El texto implica que nada nuevo se ha creado en este día, ya que en el hebreo la palabra “bara” no es usada en este verso. En cambio, la luz apareció en la superficie de la Tierra para distinguirse de la noche” [11]. Bajo este ángulo, Strauss afirma que el Sol ya estaba formado el día uno, pero no se veía debido a la atmósfera densa de la Tierra, el polvo atmosférico e interplanetario y los escombros que llenaban el cielo [12]. Y agrega: “si pudiéramos ser transportados de regreso a la Tierra primitiva hace unos cuatro mil quinientos millones de años encontraríamos que carece de forma, principalmente con agua y muy poca tierra. Estaba vacío porque no existía vida en él” [13].

Como vemos, Strauss parece indicar que hay una armonía entre la cosmología y Génesis 1:2 (“la tierra estaba desordenada y vacía”). Hugh Ross (Reasons to Believe), Michael Strauss, John Lennox, Ken Ham (Answers in Genesis), etc., pertenecen a este grupo, aunque hay gradaciones. Aquel pentecostal adherente al «concordismo científico» tendrá menos resquemores con la Ciencia, porque pensará que esta respalda la existencia de Dios y la veracidad de la Biblia. A este respecto, Strauss expresa: “tengo la experiencia con personas que piensan que los hechos de la naturaleza, incluido el Big Bang, de alguna manera contradicen la Biblia. Esto aparente dicotomía puede producir una innecesaria crisis de fe personal” [14]. Y repara: “mis afirmaciones en el Creador revelado -que el Big Bang es una idea bíblica- no está basada en lo que la Biblia no nos dice.  Está basada en lo que la Biblia sí nos dice” [15]. Esto último tiene dos caras: por un lado, debido al carácter provisional de la Ciencia, el CC es como «construir una casa sobre la arena» (Mateo 7:26-27).

Si la inerrancia bíblica estuviera relacionada con la veracidad en cuestiones científicas, entonces tendríamos que concluir que la Biblia está plagada de errores -lo que no es el caso-. La “Parábola de la semilla de mostaza” es un ejemplo ilustrativo de los problemas que genera el concordismo científico. Tanto Lamoureux, como Lennox [16] se refieren a esta forma de hablar como “lenguaje (o perspectiva) fenomenológico”. En esta parábola, Jesús declara que la semilla de mostaza es la más pequeña y, con los conocimientos disponibles en botánica -carpología-, sabemos que esto es falso. ¿Acaso el hijo de Dios estaba mintiendo? No. Solo estaba adecuando el mensaje del Reino de Dios al lenguaje fenomenológico de la época, utilizando la “ancient Science” como un “vehículo” transmisor de verdades espirituales para una audiencia del siglo I, no para una del s. XX. (Los ejemplos abundan, pero los dejaré para otro artículo). Por otro, puede ser positivo si aquello contribuye a fortalecer la fe. Esta es la experiencia del físico Hugh Ross, por ejemplo. El concordismo fue clave para que Ross en su juventud abrazara el cristianismo.

 (2) La educación CTS:

Esta segunda solución está basada en lo que se conoce como «perspectiva CTS» (Science, Technology and Society). De esta, se derivan -al menos- dos tradiciones: la americana y la europea [17]. La primera, asociada al movimiento hippie de los 60, a la guerra de Vietnam y al «proyecto Manhattan» (creación de las bombas atómicas) se inclina más por la «alfabetización científica» de la ciudadanía (democratizando el conocimiento), para que esta asuma un papel más preponderante en la toma de decisiones políticas, y en los problemas éticos del progreso científico (impacto ambiental, contaminación del agua, etc.). A nivel educativo, esto se traduce en una adaptación CTS de los currículos escolares y universitarios. En Chile no es raro encontrar apartados CTS en los textos escolares de física. Sin embargo, esta tradición tiene una segunda derivada: el conocimiento científico es útil para tomar mejores decisiones cotidianas, p.ej., utilizar el método científico para resolver problemas, tomar precauciones con el vapor de agua del hervidor (ya que este, a la misma temperatura, “quema” mucho más que el agua a 100°C) o tener una mejor predisposición hacia la medicina y no relacionar su uso a una «falta de fe» -espero profundizar esto en un futuro artículo-. La segunda tradición (europea), tiene una impronta sociológica, preocupada más por las condiciones sociales que hacen posible el progreso científico y tecnológico que por las consideraciones éticas de su uso. Además de estar conculcada exclusivamente al ámbito de la academia.

(3) El diseño inteligente (DI):

¿Qué es el diseño inteligente? Como expresa Stephen Meyer: “cuando se aplica a la biología, es una teoría científica basada en la evidencia sobre el origen y el desarrollo de la vida que desafía las visiones estrictamente materialistas de la evolución” [18]. “(…) la teoría esta basada en los recientes descubrimientos científicos y lo que sabemos acerca de la estructura causa-efecto del mundo -específicamente, lo que sabemos sobre los patrones de evidencia que indican “causas inteligentes”, añade [19]. Por otro lado, Antonio Cruz define el Diseño Inteligente “como un movimiento que agrupa a científicos creyentes procedentes de diferentes religiones, como católicos, ortodoxos, protestantes, judíos, musulmanes, etc., que coinciden en afirmar que el estudio minucioso de la naturaleza conduce a la conclusión de que existe una mente inteligente que lo diseño todo con exquisita precisión (…) todo rechazan que el mecanismo de la selección natural de Darwin y las mutaciones al azar hayan sido la causa natural de la elevada diversidad existente en la naturaleza…” [20].

El argumento más conocido acerca del diseño que muestran los seres vivos en la naturaleza fue propuesto por el teólogo William Paley (1743-1805) en el s. XVIII y se conoce como el “el argumento del relojero”. En palabras simples, el razonamiento es el siguiente: así como un reloj exhibe diseño y sofisticación, entonces -análogamente- lo mismo ocurre con el universo. Solo que en este último caso el relojero del universo sería Dios. En palabras de Cruz: “Desde Platón a Newton, pasando por Tomás de Aquino, muchos pensadores aceptaron esta idea y la usaron en sus argumentaciones sobre la existencia de Dios” [21]. Según Meyer, la versión moderna del argumento del diseño fue propuesta por primera vez a inicios de los ochenta por un grupo de científicos: Charles Thaxon, Walter Bradley y Roger Olson, motivados por el descubrimiento de la información digital portadora en la molécula de ADN [22]. Las reservas hacia el DI no son de fondo, sino de forma (o método). Mientras que algunos creacionistas evolutivos como Denis Lamoureux o Deborah Haarsma (actual presidente de BioLogos) afirman que el diseño es resultado de un proceso evolutivo “teleológico” (incluyendo sus mecanismos) ordenado y sostenido por Dios [23]; otros como Ken Ham sostienen que el diseño es producto de una creación “ex nihilo” instantánea a través del “Fiat” creativo de Dios en los días de la Creación.

Es posible que un pentecostal tenga una predisposición natural hacia la idea de una creación diseñada por Dios de manera instantánea. Al leer el libro de los Hechos, observamos que los milagros ocurren al instante, los ciegos reciben la vista, los enfermos sanan, los endemoniados son liberados y los creyentes se adhieren a la iglesia de manera dramática. Todo a paso ligero, instantáneo. La venida del Espíritu Santo fue “de repente” (Hechos 2:1), “mientras Pedro hablaba” el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso (Hechos 10:44) y, en general, los pentecostales creen que el poder de Dios puede manifestarse en las ocasiones más insólitas e inesperadas. Esta creencia -Dios interviene en el mundo natural- quizá facilite concluir que el universo tuvo un creador y diseñador (Salmos 19:1).

En suma, el DI y el pentecostalismo tienen puntos de convergencia que podrían ser explorados, y este último salir provechosamente beneficiado. El DI es un gran aliado para acercar la ciencia a nuestras Iglesias: por un lado, apunta a la existencia de un diseñador del universo y sus constantes físicas, así como a las condiciones especiales que hacen posible la vida en la Tierra (argumento a favor de la existencia de Dios). A este respecto, el filósofo William Lane Craig señala: “por “ajuste fino” uno quiere decir que pequeñas desviaciones de los cambios en los valores reales de las constantes y cantidades en cuestión, harían que el universo no permitiera la vida o, alternativamente, que el rango de valores que permiten la vida sea exquisitamente estrecho en comparación con el rango de valores asumibles” [24]. Por otro, contribuye a fortalecer la fe del creyente. Después de todo, el mismo Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos -y habita en nosotros- (Romanos 8:11), es el mismo Espíritu (de Dios) que en la Creación del mundo se movía sobre la faz de las aguas (Génesis 1:2).

Conclusiones

  • Carecemos de una perspectiva CTS «pentecostal» (Science, Technology, Society and Pentecostalism), eso está claro. La educación CTS potenciaría la participación de la Iglesia pentecostal en los asuntos de interés científico que afectan tanto a la comunidad como a la Iglesia local.
  • La alfabetización científica nos ayudaría como Iglesia a no «espiritualizar» todo, esto es, a tener unos mínimos científicos que nos permitan aumentar nuestro discernimiento y no ser llevados por «todo viento de doctrinas» (Efesios 4:14). Es una delgada línea roja -sin duda-, porque como pentecostales creemos en el poder manifiesto de Dios, pero eso no significa sostener una cosmovisión negacionista de la ciencia, desacreditarla, no tomar medicinas, no ir al dentista, prohibir el estudio universitario en ciencias exactas «porque la letra mata» o ver ángeles y demonios en procesos absolutamente naturales.
  • El concordismo científico es un camino espinoso, pero si contribuye a fortalecer la fe del creyente, entonces oponernos es una mala estrategia. Con todo, aquel que apoya el CC debe estar al tanto de sus consecuencias y tener presente que quizá sea un pilar enclenque para la fe cristiana.
  • El DI puede ser un gran aliado del pentecostalismo, ya que acercaría la Ciencia a nuestras Iglesias a través del asombro ante el diseño de la Creación de Dios y contribuiría a fortalecer la fe los pentecostales.

 

*Licenciado y profesor en Educación de Física y Matemática, Universidad de Santiago de Chile. Miembro Iglesia de Dios. Director de ApoLogos.

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Referencias

[1] Alexander, D. (2007). Modelos para relacionar ciencia y religión. Documento del Faraday Institute for Science and Religion (Instituto Faraday para la Ciencia y la Religión), traducido por la Fundación Federico Fliedner. Descarga PDF: https://www.fliedner.es/media/modules/editor/cienciayfe/docs/faraday/documento_faraday_3_de_alexander.pdf
[2] Bret, A. (2014). The World is not six thousand years old-so what? Cascade Books. Kindle document, position 807. Obtenido en Amazon.
[3] Ibíd., position 811.
[4] Lamoureux, D.O. (2009). I love Jesus & I accept evolution. Wipf and Stock Publishers. Kindle document. Position 436. Obtenido en Amazon.

[5] Ham, K., Ross, H., Haarsma, B.D., Meyer, C.S., and Stump, B.J. (2017). Creation, Evolution and Intelligent design. Kindle document, position 1445.

[6] Ibíd., position 1449.

[7] https://answersingenesis.org/es/ciencia/retomando-la-astronomia/

[8] Strauss, M.G. (2018). The Creator revealed: a physicist examines the Big Bang and the Bible. WestBow Press. Kindle document, position 1320. Obtenido en Amazon.

[9] Ham, K., et al. (2017), position 1434-1439.

[10] Ibíd., position 1430.

[11] Strauss, M.G. (2018), position 1382-1385.

[12] Ibíd., position 1385.

[13] Ibíd., position 1352-1356.

[14] Ibíd., position 1776-1779.

[15] Ibíd., position 1303.

[16] Lennox, C.J. (2018). El principio según el Génesis y la Ciencia: siete días que dividieron el mundo. Editorial CLIE. Documento PDF. Capítulo 2, La Biblia y la Ciencia.

[17] https://www.oei.es/historico/salactsi/mmartin.htm

[18] Ham, K., et al. (2017), position 3556.

[19] Ibíd., position 3548.

[20] Cruz, A.S. (2004). La Ciencia, ¿encuentra a Dios?: El creador frente a la últimas revelaciones científicas. Editorial CLIE. Documento Kindle. Posición 2779-2784. Obtenido en Amazon.

[21] Cruz, A.S. (2004), posición 1117.

[22] Ham, K., et al. (2017), position 3540.

[23] Lamoureux, D.O. (2009), position 650-654.

[24] Craig, W.L. (2018). Fe razonable: apologética y veracidad cristiana. Publicaciones Kerigma. Documento Kindle, posición 4230. Obtenido en Amazon.

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