Por Leonel Garrido Contreras*
VV.AA. (2017). El libro de los 500 años. Ed. Contreras, Daniel. Santiago: Sociedad Bíblica Chilena.
“Definir y presentar por escrito, el legado de una iglesia activa e influyente durante 500 años de historia a nivel internacional, y 207 años a nivel nacional”. Desde el prólogo y con estas palabras, se define claramente el objeto sobre el cual se fundamenta El libro de los 500 años, publicado bajo el sello de Sociedad Bíblica Chilena y disponible en las librerías evangélicas chilenas. 45 En total son los autores que, de diversa procedencia, dan forma a este trabajo, el cual se presenta en su inicio como un remezón a la conciencia del creyente y la influencia que éste debe tener en la sociedad actual, considerando que el cristianismo nunca se mantuvo al margen de los grandes cambios que tuvo la humanidad, desde sus inicios, durante y posterior a la Reforma, de acuerdo a la vocatio dei de estar representando a Cristo en todo lo que hacemos (Col. 3:17). Hombres y mujeres influyeron enormemente en sus épocas.
Es aquella misma vocación a la cual todos, y no solo unos pocos, estamos llamados. Y la invitación, obviamente, no exime al pueblo pentecostal, que aún conserva en cierto grado, una conciencia dualista en su forma de vivir (lo de Dios/lo del mundo). Cuando digo en cierto grado, puede que en su mayoría, pero no en su totalidad, ya que como señala Miguel Ángel Mansilla, y tomando el concepto de Bernardo Campos, hoy vivimos un “pospentecostalismo”, un pentecostalismo que conserva su concepto como tal, pero que rompe con la forma tradicional de relacionarse y desarrollarse en el mundo. Nuevas generaciones que asumen de manera diferente su responsabilidad con la sociedad.
El libro consta de tres partes, las cuales se subdividen en artículos que giran en torno al tema central de cada sección. La primera parte da cuenta de un resumen y análisis histórico sobre la reforma y los 500 años de historia de la iglesia. Claramente aquí no pretende ser un trabajo detallado de cada evento ocurrido desde el siglo XVI hasta el presente, pero se exponen una variedad de temas que pueden ser de interés para todo creyente. El lector hallará temas como “La iglesia y el Pensamiento”, “Martín Lutero y la Reforma”, “Carácter y principios de los reformadores”, y en particular, artículos que hablan de la transformación que trajo consigo la Reforma y como esta “catalizó una revolución mental que se convertiría en la base de nuevos modelos de organización política, social, cultural y económica” (pag. 63). De los 15 autores que conforman esta primera sección, varios son los que muestran como la Reforma, dado el contexto histórico en el que se desarrolló, fue un evento que trascendió más allá de lo solo religioso.
Para el final de esta primera parte se incluyen artículos relacionados más directamente con el desarrollo de la iglesia protestante en Chile. Aquí, y dado que mi lectura es desde una óptica pentecostal, me quiero detener en lo escrito por Luis Pino Moyano: “Mirando el pentecostalismo chileno a 500 años de la Reforma Protestante”. Comienza señalando, mediante el uso de una metáfora, que el pentecostalismo al igual que la protesta de Lutero, son hechos que solo se pueden entender dentro y no fuera de la historia del cristianismo en su totalidad. Habla de “pentecostalismo chileno” para diferenciarlo del pentecostalismo clásico (proveniente de Estados Unidos, particularmente de las asambleas de Dios) y del neo pentecostalismo. El movimiento que surge en nuestro país se caracteriza por su heterogeneidad, por lo que se dificulta hablar de él como un movimiento que se ha desarrollado en forma única. Sin embargo, la presencia de elementos transversales o similares hace posible un análisis en singular. Mediante la utilización de los conceptos de continuidad y cambio de la disciplina historiográfica, se hace posible un enlace entre la Reforma Protestante y el pentecostalismo nacional.
Dentro de los elementos de continuidad, nuestro autor cree que en los pentecostales chilenos existe un marcado aprecio por la Biblia. Es curioso notar aquí que Luis Pino asocia el proceso migratorio de jóvenes pentecostales a las iglesias históricas a dicho aprecio por las Escrituras, lo que nos hace preguntarnos si en el movimiento pentecostal el solo aprecio es suficiente para una lectura correcta de la palabra de Dios. Tal vez no existiría tal migración a las iglesias históricas si se diera mayor énfasis a una correcta interpretación bíblica. A pesar de todo, Luis Pino señala que conservan una ortodoxia muy ligada al protestantismo histórico. El bautismo en niños bajo la fórmula trinitaria, la motivación por proclamar y divulgar la fe, y la no ruptura con la matriz teológica metodista son los elementos que él considera forman parte de la continuidad con la Reforma. En los elementos de cambio, encontramos la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo y el ejercicio de los carismas; también la cristología, que guarda continuidad con los movimientos de santidad; una visión maniquea del mundo separando lo profano de lo sagrado, múltiples manifestaciones espirituales; adopción del premilenarismo pero con un enfoque en lo escatológico y por ultimo un autoritarismo cooptador y paternalista por parte de los lideres, lo que derivó en una “pastolatría”. Finaliza el articulo con una reflexión donde expresa como una dificultad del presente, la institucionalización de lo que fue la lógica de un movimiento vivaz en su primera y segunda generación, en donde tuvo algo que decir al hombre y mujer del siglo XX. La tradición pesada, ha paralizado al pentecostalismo en formas pasadas dando poca importancia al dialogo con el presente. A pesar de esto “Somos parte de la larga historia de la iglesia de Jesucristo, plural y diversa en tiempos y espacios, pero marcada por la redención conquistada en la cruz”.
La segunda parte del libro está compuesta por 14 reflexiones pastorales. Aquí se acentúa la heterogeneidad y se deja ver con esto la variedad en cuanto a los autores de esta obra. Tal cual como se señala al comienzo. Son reflexiones personales desde la perspectiva de laicos, pastores y obispos. Los versículos bíblicos y los llamados a lo que la iglesia debe hacer se dejan ver con más frecuencia. Esto deja al lector la impresión de estar leyendo cortos sermones.
En esta parte, solo me remito a lo escrito por David Anabalón: “¿Somos reformados los pentecostales?”. Ya que al igual que en la primera sección, es un tema que guarda relación directa con el pentecostalismo chileno. Comienza formulando dos interrogantes: ¿Qué tan reformados estamos los pentecostales en Chile? Y ¿Que tan hijos de la Reforma nos sentimos? A esto señala con tristeza el desconocimiento existente en las iglesias pentecostales chilenas a cerca de la Reforma, y del poco énfasis y difusión que se le da. El movimiento pentecostal Chileno, según él, ha sido bastante selectivo a la hora de mirar la historia, ya que solo nos permitimos retroceder hasta 1909 con lo ocurrido en Valparaíso y el pastor Hoover, pero de Lutero y la reforma, poco y nada. Anabalón cree que esto se debe a que la experiencia ha sido para los pentecostales el motor que les impulsa: la teología a cerca de la salvación se aprende en la calle, en el punto de predicación. La postura acerca de la muerte y la resurrección se desarrolla en los velorios, así que más que una indiferencia con los próceres de nuestra fe reformada, él cree que se trata de nuestra peculiar manera de vivir nuestras convicciones. Asegura que las consignas de la Reforma son las mismas que señalan los pentecostales chilenos, solo que a ellas nos acercamos más desde la praxis, que de la teoría. En cuanto a la Sola Scriptura, si bien la experiencia para el mundo pentecostal es fundamental, se trata de explicar cualquier experiencia a la luz de la Biblia. La exegesis es limitada pero en ningún caso mal intencionada. Sin una educación teológica formal, hasta el más humilde de los hermanos se siente capacitado para hablar acerca de su fe. A pesar de esto, es en las nuevas generaciones en donde se aprecia de mejor manera la educación teológica formal. Para el mundo pentecostal, la Biblia es la palabra de Dios perfecta y final. La centralidad de la Escritura, motor de la Reforma hace 500 años, identifica plenamente al pentecostal chileno. La Sola Fide se puede ver en la calle, donde no se invita a las personas a asistir a las reuniones, sino a que se arrepientan y que reciban a Jesús en sus corazones a través de la fe. En cuanto a la Sola Gratia, considera que muchas veces nos hemos ido al extremo de sentir algún grado de desprecio por las obras, se nos ha tenido que recordar nuestro deber de ayudar a los necesitados. Esto, para él, evidencia que el pentecostalismo chileno cree que solo a través de nuestro Señor Jesucristo se alcanza la salvación.
Personalmente difiero en lo que David plantea respecto a cuan consientes somos los pentecostales de la Sola Gratia. Es normal escuchar, por ejemplo, predicaciones donde una y otra vez se llama a un esfuerzo, a un “hacer” para no perder la salvación. Esto hace descansar dicha salvación en lo mucho que haga o deje de hacer el creyente, dependiendo así de nosotros mismos y de nuestras obras y no de la gracia de Dios provista en Jesucristo. Por otra parte, la idea de que no hacemos obras por tener en cuenta la gracia, más bien parece ser el resultado del dualismo existente en el pueblo pentecostal. El discurso espiritualizante hace que el creyente viva solo una dimensión de la fe, dejando de lado el mundo (entendido como la esencia de lo malo) y todo lo que pueda hacerse en él, lo que incluye nuestra responsabilidad social, y por ende, las obras. Finalmente, señala que todas las convicciones protestantes presentes en los pentecostales, sin ser meras coincidencias, son el resultado de la inspiración del Espíritu Santo. Con esto, nadie puede discutir el carácter protestante de los pentecostales chilenos.
La tercera parte del libro, se titula “Algunos ministerios e iniciativas destacables en Chile”. Aquí, lo que se propone, es presentar el actuar del pueblo evangélico protestante chileno en aquellas actividades que destacan a lo largo de su historia.
Pablo Álvarez, en “No hay reforma sin Biblia”, menciona la importancia de la Sociedad Bíblica Chilena como la cabeza para la propagación de la fe evangélica en Chile desde su fundación en Valparaíso por David Trumbull en 1861, importancia que radica en la Biblia misma y sin la cual no puede existir ninguna reforma. La difusión de las Escrituras, gracias a la sociedad fundada por Trumbull, fue un aporte sustancial para crear en Chile una conciencia y una cultura cristiana de raíces bíblicas.
El segundo artículo, “Profesores y profesoras de religión evangélica en Chile: historia y desafío actuales”, escrito por René Torres, quien hace una pequeña memoria histórica ligada al protestantismo en el área de la educación. El autor destaca la creación de CONAEV como una iniciativa de cristianos evangélicos de llevar la educación cristiana a las salas de clases. La presencia de los profesores de religión evangélica incorpora los principios y valores trascendentales de la Palabra de Dios en el sistema escolar para el desarrollo, proyección y bendición de los estudiantes y sus familias.
Luis Mussiet en “Presencia de las iglesias Protestantes y evangélicas en los centro penales de Chile” destaca el ingreso del mundo protestante y evangélico a las cárceles para llevar una palabra de esperanza, y el esfuerzo que se ha hecho en las últimas dos décadas por llevar una atención integral al ser humano preso ofreciendo un servicio más pleno con apoyo educativo, laboral, médico y psicosocial, lo que ha permitido cientos de testimonios de personas que han cambiado sus vidas.
En “Iglesia, comunicación y una imagen de lo alto” Alexander Flores, recuerda la importancia de la utilización de los medios de comunicación para cumplir con la misión encomendada por el Señor, La gran comisión. Y nos relata la aparición (1997) y posterior desarrollo de lo que fuera en su inicio el canal 50, fundado por Jonás González Rodríguez (fundador de Enlace), el cual se presentaba como una ventana de evangelización en nuestro país.
Juan Carlos Reyes en el quinto artículo de esta sección, “Marcha por Jesús” relata el nacimiento de la idea en las calles de Londres en 1987 y la posterior adaptación realizada en Chile en el año 1993. Hace un recorrido mencionando cada marcha realizada en nuestro país a lo largo de los años. Cada una con un eslogan diferente, pero todas motivadas por la misma convicción: Chile necesita que la Iglesia salga a las calles, porque en lo espiritual algo sucede. Cuando se une y se manifiesta públicamente, la nación cambia para bien.
En el sexto artículo, Pedro Soto da a conocer la creación de la organización pastoral DEPAIN, fundada por el obispo Hédito Espinoza y la cual nace por la necesidad de iniciar reuniones de ministros que no pertenecían a las grandes organizaciones cristianas evangélicas, para que de este modo tuvieran la oportunidad de compartir y disfrutar de comunión, unidad y capacitación que les permitiera integrarse y sentirse parte del cuerpo pastoral de Chile.
Carol Espinaza en “Los niños en el corazón de Dios” narra el ejemplo de Robert Raikes y como gracias a la compasión que este tuvo hacia los niños, transformó la Inglaterra de 1780. Destaca en nuestro país la organización misionera hacia la niñez y adolescencia UMICH como una respuesta a la ausencia de visión hacia los niños presente en la iglesia. Mediante charlas, capacitaciones, seminarios y congresos motiva a tomar como prioridad la atención espiritual hacia las próximas generaciones.
Para el octavo artículo, “Emprendimiento y acción social”, Teobaldo Cuevas cuenta que, como consecuencia de una iglesia enfocada en lo congregacional y lejos de la participación e influencia social, surge la Fundaciòn Propaís. Con la visión de formar cristianos influyentes y determinantes en los asuntos el Reino de Dios. Como mayor proyecto de esta organización, destaca la película CANUTO.
En “Iglesia y contingencia política” Cristian Nieto Gomez, resalta la idea de que los creyentes no podemos eludir nuestra responsabilidad en todos los procesos democráticos, ya sea como electores apoyando a quienes representan posiciones de libertad, igualdad, respeto y solidaridad bajo los preceptos cristianos; o buscar proponer a “ciudadanos cristianos” para que se dispongan como candidatos a cargos públicos de relevancia.
“La discapacidad: hacia una liturgia evangélica inclusiva”, en este hermoso artículo, Patricio Moya enseña que por medio de Jesucristo, se efectúa la “Acción Integradora de Dios”, el único camino para disfrutar plenitud, restauración física, moral e inclusión en la familia, la sociedad y la religión. Es el proyecto inclusivo de Dios por sobre cualquier tipo de discapacidad. Realiza una especie de autocrítica reconociendo que la iglesia no está capacitada para brindar a las personas con discapacidad el espacio, la atención, la solidaridad y la inclusividad que todos merecemos, a esto, debe romper las barreras que marcan distancias estableciendo la comunión y servicios vitales para mantener el espíritu de inclusión.
Para el decimoprimer artículo, “Gestión Municipal” Juan Foubert, menciona la creación de las OMARES (Oficinas Municipales de Asuntos Religiosos) con el fin de servir y colaborar con todas las entidades religiosas de la comuna. Pese a esto, aún son muchas las municipalidades que a lo largo del país no cuentan con estas oficinas, por lo que se requiere una iglesia activa que se organice e inste a todas las autoridades para su implementación y financiamiento.
Patricio Romero en “Gestión cultural: el caso del movimiento pentecostal” resalta el ejemplo realizado por Corporación SENDAS, dedicada al rescate patrimonial de la iglesia evangélica. Entre sus proyectos se encuentra la conservación y difusión de “La cultura del Movimiento Pentecostal”.
“Iglesia y pueblos originarios”, un artículo escrito por Abelino Apeleo, quien relata la llegada de los misioneros ingleses a las zonas del sur de Chile (Temuco, Chol-Chol entre otros) quienes se entregaron a la tarea de evangelización, enseñanza y cuidado médico. Finaliza expresando desafíos para la iglesia en relación con las comunidades indígenas en el ámbito social, político y como mediadores de pacificación.
Miguel Ruiz en el último artículo, “Los migrantes en Chile”, aborda la situación señalando que cuando Dios mandó a poblar la tierra, estaba promoviendo las migraciones. Desde el punto de vista bíblico, concluye que Dios ama al extranjero, y en respuesta a esto, el servicio cristiano ha reaccionado capacitando a voluntarios para esta noble labor de saber ayudar. Acoger al extranjero es un deber que forma parte de la ética cristiana.
A diferencia de los artículos tratados en las otras dos secciones anteriores, en esta oportunidad, por necesidad de que el pueblo pentecostal conozca a grandes rasgos los movimientos y organizaciones cristianas presentes en el libro y que se desarrollan en nuestro país, consideré adecuado referirme brevemente a cada uno de ellos. A diferencia del protestantismo histórico, el movimiento pentecostal no se ha caracterizado del todo por involucrarse en actividades sociales, o que estén fuera de lo que internamente se considera como la “obra de Dios”, en donde solo lo espiritual tiene mayor relevancia. Convencido de que la misión cristiana apunta a un bien y desarrollo integral del hombre, en el pueblo pentecostal haríamos bien en seguir y buscar estos ejemplos. Por razón de esto, recomiendo el acercamiento a este libro a todo creyente, y mayormente a mis hermanos y hermanas pentecostales.
*Estudiante de Automatización y Control Industrial, miembro de la Iglesia Pentecostal de Chile, Nacimiento.