Por Luis Aránguiz
En el marco de las preocupaciones teológicas que se han venido dando al interior de las iglesias pentecostales en los últimos años, ha sido relativamente notorio que ha habido un influjo de ideas que han sido reconocidas bajo la gran palabra “calvinismo” dentro de las iglesias. Esto ha ocasionado una serie de discusiones y, en ultima instancia, también ha hecho que algunos de los así llamados “pentecostales reformados” se muevan definitivamente a iglesias donde puede encontrarse esa orientación, llámese presbiterianas, reformadas, pero también a veces anglicanas y bautistas. Pero ¿qué es el calvinismo?
La palabra “calvinismo” puede significar varias cosas. Por lo que puede verse dentro del mundo pentecostal, es un término muy amplio que refiere a una serie de posiciones y personas. Por ejemplo, “volverse calvinista” es escuchar a Paul Washer, Miguel Nuñez, Sugel Michelen, y leer a personas como John MacArthur o Charles Spurgeon; también puede ser adherir al así llamado TULIP o 5 puntos del calvinismo; también se asocia con la frase “salvo siempre salvo” y de ahí con la idea -errónea por cierto- de que un cristiano puede hacer literalmente lo que quiera en su vida porque la salvación no se pierde. Curiosamente, el término “calvinismo” en el mundo pentecostal no solo no refiere especialmente a Juan Calvino, sino que tampoco se relaciona necesariamente con la tradición que se identifica con él más fuertemente que es la reformada o presbiteriana. Todos los autores y predicadores que mencioné son bautistas que adhieren a aspectos del amplio espectro de ideas asociadas al “calvinismo” pero no a todas. Los cinco puntos son una sistematización básica de ciertos aspectos del “calvinismo”. Y así.
Desde el punto de vista teológico, que alguien se diga “calvinista” sería declararse seguidor de Juan Calvino. Sin embargo, eso es aún muy amplio porque Calvino pensaba muchas cosas, respecto a muchos temas que pueden encontrarse en su obra fundamental Institución de la Religión Cristiana así como en sus comentarios bíblicos. Por lo tanto, en ocasiones hay quienes dicen ser “calvinistas” pero en realidad lo que quieren decir es simplemente que adhieren a su doctrina de la salvación, por ejemplo. ¿Pero qué ocurre con su doctrina del orden eclesiástico? Un orden eclesiástico episcopal o congregacional no es igual a la eclesiología de Calvino y que practican las iglesias reformadas y presbiterianas. Por lo tanto, quien se declara calvinista solo en cuanto a los temas de la salvación, haría bien en especificar ese detalle.
Por otra parte, es necesario tener en cuenta que las iglesias que ven en Calvino un referente no se llaman a sí mismas “iglesias calvinistas”, sino reformadas o presbiterianas. La razón de ello es sencilla: Calvino es importante, pero no lo es todo. Esto debe decirnos mucho sobre el declararse “calvinista” a la ligera solamente por la adherencia a uno u otro tema. Las iglesias que reconocen su autoridad tienen una tradición en la que se incorporan una serie de documentos doctrinales, uno de los cuales es la Confesión de Fe de Westminster. Esta última tiene a su haber el gran valor de ser fruto de un trabajo de muchos teólogos y pastores que se reunieron para encontrar un acuerdo doctrinal. No está de más decir que esta confesión en sus varios capítulos toca muchos temas además del de la salvación.
Lo que se llama “calvinismo” dentro de las iglesias pentecostales y que es objeto de conflicto, no suele ser mucho más que la adherencia a la idea de que la salvación es por gracia y que por eso no se pierde y, a la luz de lo dicho antes, esto no se consideraría calvinismo en términos específicos sino simplemente la adherencia a una noción calvinista de la salvación, es decir, de un campo muy específico.
Esta idea de la salvación ha tenido un impacto al interior del mundo pentecostal por varias razones. Primero, desde que las redes sociales cobraron fuerza, ha habido una difusión de esta idea a través de diversos videos y predicaciones. Esto ha llevado a que algunos creyentes se cuestionen ciertas doctrinas oficialmente predicadas en sus iglesias. Segundo, también ha habido quienes llevados por su interés en la teología para fundamentar mejor sus creencias, se encuentran con corrientes de otro tipo y es entre este tipo de lector que se podría encontrar quizá mayor refinamiento en su comprensión de lo que es el “calvinismo” y la tradición reformada.
En tercer lugar, hay una razón importante por la que esto impacta, y tiene que ver con el hecho de que en el mundo pentecostal a veces puede encontrarse una tendencia explícita o implícita a concebir que la salvación del creyente depende en mayor o menor grado de sus obras. La idea de las así llamadas “doctrinas de la gracia” rivaliza fuertemente con esto y suele tener como resultado un alivio en quienes sentían que vivían aprisionados tratando de ganarse la salvación, siendo que en realidad no hay esfuerzo alguno que el ser humano pueda hacer para ganarla. Este punto es muy importante, porque esta idea que acabo de indicar no es propiamente “calvinista” sino que es en general de la Reforma Protestante. Es decir, creer esto ni siquiera convierte en “calvinista” en su doctrina de la salvación a un pentecostal.
Un ultimo aspecto que tocar es el del cesacionismo. Usualmente se asocia al calvinismo con el dejar de creer en las manifestaciones del Espíritu Santo del modo en que las entienden y viven los pentecostales. Lo cierto es que el calvinismo y la tradición reformada no niegan la acción del Espíritu Santo. Junto con ello, si bien hay calvinistas que consideran que ciertos dones del Espíritu – pero no la acción del Espíritu- han cesado, también hay quienes creen que los dones siguen activos hasta hoy.
¿A qué nos lleva todo esto? Mi primera sugerencia es que es necesario que los pentecostales entiendan lo que dicen cuando se declaran calvinistas algunos, y que quienes se oponen a esto entiendan a qué se enfrentan cuando denuncian que hay calvinismo en las iglesias como si se tratara de un fantasma que se ha infiltrado. En cierta ocasión, un pastor desde el púlpito invitaba a salir de la iglesia a quienes profesaban este “calvinismo”, diciendo que “la puerta es ancha” para ellos. Tengo dudas respecto a lo que ese pastor entendía por calvinismo, y también a lo que entendían con ese término quienes eran invitados a salir. En ambos casos, lo primero es estudiar e informarse adecuadamente para evitar incomprensiones sobre supuestos erróneos.
En segundo lugar, es importante que los pentecostales que se declaran calvinistas y los que se les oponen, tengan una visión clara de la propia trayectoria teológica del pentecostalismo. En ocasiones ocurre que la contradicción entre calvinismo y pentecostalismo en algunos temas es aparente y no real. Para ser más claro, creer que la salvación es por gracia no convierte en calvinista a un pentecostal. Quien se declara como calvinista porque cree eso, o quien se le opone por la misma razón, ambos necesitan entender mejor los fundamentos teológicos de la Reforma Protestante.
Tercero, y sobre el supuesto de que haya una disposición real a una interiorización seria e informada sobre estos temas, viene una sugerencia práctica. Es necesario cultivar una capacidad de diálogo con altura de miras. Eso puede evitar muchas fricciones artificiales y además ayuda a construir una cultura interna en la que las diferencias se aborden de manera respetuosa.
Por último, los pentecostales pueden aprender mucho de otras tradiciones y cristianos anteriores. Después de todo, el cristianismo no empezó con el avivamiento de 1909. En este sentido es necesario cerrar con una distinción importante. Calvino y la tradición reformada son solo una parte del protestantismo. También existe la tradición bautista, la luterana, la anglicana, entre otras. El metodismo como raíz del pentecostalismo chileno también requiere mayor atención. En otras partes del mundo, los pentecostales pueden dialogar con ellas. Pese a la distancia temporal y a algunas diferencias teológicas que es necesario reconocer, los fieles de esas tradiciones son parte de la misma iglesia universal.
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