Por Félix Arriagada Durán*
Mega-Iglesia; familia pastoral adinerada y llena de lujos; escándalos sexuales y corrupción por doquier, sumada a las alianzas políticas para obtener beneficios. No, esta no es la descripción de alguna de las múltiples iglesias pentecostales o neo-pentecostales que han proliferado en nuestro país – aunque la realidad no dista mucho de esta descripción – Greenleaf, serie de televisión estadounidense, creada por Craigh Wright y estrenada en junio de 2016 por Netflix, revela las prácticas poco santas de la familia a cargo de la mega – iglesia Calvary en Memphis, USA.
La familia, encabezada por el obispo James Greenleaf y secundada por la primera dama, Lady Mae Greenleaf, hace de esta enorme congregación religiosa una empresa con la que sustenta su gran mansión, con mayordomos incluida, sus lujosos autos y hasta un avión privado, entre otros bienes. Acompañan a los patriarcas, sus hijos Jacob, Charity, Grace y Faith, esta última muerta. Bajo el lema God is good all the time, and all the time God is good (Dios es bueno todo el tiempo, y todo el tiempo Dios es bueno), se ejecutan las acciones egoístas, corruptas y anticristianas de esta gran familia.
Para mantener el carácter de reseña del presente escrito, y no caer en la desagradable sensación de estar frente a un spoiler de grandes dimensiones, me limitaré a indicar algunos temas importantes tratados en la serie, que ya lleva su segunda temporada en la plataforma Netflix:
- Corrupción eclesiástica y malversación de fondos.
Nepotismo religioso, mala utilización de fondos, abuso económico a la congregación y ganancias deshonestas.
- Alianzas políticas para obtener beneficios.
Pactos realizados con las autoridades de la ciudad, para obtener beneficios económicos y políticos, maquillados de discursos salvíficos y de bondad.
- Competencia entre congregaciones religiosas.
Conflictos de poder amparados en rencillas humanas que llevan a la división de congregaciones y a la pelea por obtener miembros.
- Abuso sexual por parte de miembros de la congregación y complicidad.
Una serie de violaciones y abusos por parte de miembros destacados de la congregación, que han llevado a las víctimas a terminar con su vida. A pesar de lo anterior, se realizan pactos de silencio para mantener el prestigio y honra aparente de la iglesia.
- Homosexualidad e incapacidad de ofrecer amparo oportuno.
Presencia de aflicción por parte de miembros de la congregación y falta de ayuda eficaz por parte de la dirección de la iglesia.
- Infidelidad de miembros de la familia gobernante.
Escándalos sexuales del obispo con integrantes de su congregación y de su esposa con otros obispos locales, sumado a la infidelidad de miembros de la familia.
- Ambivalencia iglesia / exterior.
Apariencia de piedad en las cuatro paredes del templo y vida licenciosa fuera de ellas.
A pesar de todo lo anterior, es interesante recalcar la labor de la junta de diáconos de Calvary, quien se opone constantemente a las prácticas corruptas de la familia Greenleaf y logran, en parte, encauzar los pasos de la administración eclesiástica hacia el modelo cristiano. Esto lleva a meditar en la labor de los miembros activos de una congregación, y el deber bíblico, moral y espiritual de mostrar su descontento frente a prácticas desviadas, dejando de lado la práctica habitual de hacer vista gorda amparados en la imposición de mirar al Señor y no preocuparse de nada alrededor.
Sin duda, una serie digna de seguir, pues refleja los vicios y placeres insertos en nuestras congregaciones – la gran mayoría – y nos da la oportunidad de reflexionar, meditar y tomar decisiones frente a nuestra práctica como cristianos pentecostales militantes.
En este año 2018 que comienza, ¿cuál será nuestra postura frente a estas acciones? Dios nos ayude en todo.
Ad majorem Dei gloriam
*Licenciado en Educación, Profesor de Estado en Castellano, Universidad de Santiago de Chile