Por Benjamín Almendras*
Sin pasar por alto la dolorosa partida de pastores y hermanos, me parece que esta pandemia ha sido beneficiosa para la Iglesia en varios sentidos:
1. Ha obligado a los pastores que eran reacios al uso de la tecnología digital a tener que valerse de estos medios para seguir predicando la Palabra de Dios.
Esta es una lucha que se ha venido dando hace años, porque muchos pastores apegados a sus tradiciones y al contexto cultural del cual provienen, se opusieron tenazmente a la incorporación de nuevas tecnologías en la Iglesia. El lema era: “Si no existía cuando yo era joven o cuando me convertí, entonces es malo y debemos evitarlo” (“Quiero volver al tieeempo aqueeeel…” ¿Les suena?). Miraban con desconfianza el uso del data para cantar o leer la Escritura. El uso de Internet, Facebook, Instagram, Youtube, y otras herramientas, eran vistas con desconfianza porque “si no están en la Biblia, no deben usarse en la Iglesia”, como si Jesucristo y los apóstoles hubieran usado terno, corbata, cantado con himnario o predicado con la Reina Valera 60. Este falso apego a las Escrituras, en el fondo, es un apego al contexto cultural de mediados del siglo XX, cuando la mayoría de nuestros ancianos eran jóvenes o se convirtieron, y ahora, con esta pandemia, pareciera que Dios mismo zanjó la discusión diciendo “¡BASTA!” y no nos dejó otra alternativa que usar los medios que Él mismo ha dispuesto para su propia gloria. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” ~ Juan 1:3. “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” ~ Romanos 11:26.
2. Ha obligado a los predicadores a entregar contenido bíblico y no conformarse con ser meros “animadores de púlpito”.
Esto porque en las redes sociales el predicador no tiene un público presencial que le esté diciendo “amén” o reaccione de forma efusiva e inmediata a sus recursos histriónicos y elocuentes. Por años se creyó que el predicador más animado era también el más “espiritual”, mientras que el más reflexivo era el más “frío”. Así que el barómetro que muchos predicadores usaban para medir si estaban haciéndolo bien o no, era la confirmación espontánea de la hermandad presente en el culto, lo cual fue derivando en el uso de ciertas muletillas que animaban a la congregación, en desmedro de una exposición prolija del texto bíblico. Ahora, en cambio, se han visto compelidos a interpretar correctamente la Escritura y a darle una correcta aplicación práctica, acorde al contexto que estamos viviendo, lo cual exige preparación no sólo en cuanto a “pelarse las rodillas” sino también a “quemarse las pestañas”. Por otra parte, al estar en una plataforma de acceso público, se exponen a ser escrutados por una audiencia diferente a sus congregaciones habituales; y las congregaciones, a su vez, están expuestas a oír a otros predicadores más preparados.
3. Ha puesto en evidencia a los predicadores de la prosperidad y de palabra de fe como falsos profetas y mercaderes de la fe
En efecto, ninguna de sus enseñanzas resulta práctica en estos días, porque el decretar o declarar no sirve para poner fin a la pandemia, porque los planes de Dios no se sujetan a la voluntad del hombre. Tampoco el “sembrar una ofrenda” otorga inmunidad al Covid-19. No se ve a ningún “apóstol” decretando sanidades en los hospitales donde están los enfermos más críticos por esta enfermedad, y los mensajes siempre positivos que apelan a subir la autoestima del oyente, carecen de sentido para el que está confinado en su casa, que perdió su trabajo, está contagiado o perdió un familiar producto de la enfermedad. Por el contrario, ha provocado que los creyentes busquen en la Escritura las respuestas a sus preguntas.
4. Ha hecho remarcar que el “templo” es cada creyente y no el edificio donde se congrega.
Esta es una doctrina fundamental del Evangelio desde los inicios de la Iglesia. Así, en Hechos 7:47-50, antes de ser apedreado, Esteban les dice a los judíos: “Mas Salomón le edificó casa; si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?”. Aquí Esteban está citando a Isaías 66:1-2 “Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” La misma idea expresada por el profeta la encontramos en 1 Reyes 8:27: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?”; y en 2 Crónicas 2:6: “Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa, sino tan sólo para quemar incienso delante de él?”. Esto indica que ya desde el Antiguo Testamento se tenía claro que Dios no habitaría en templos hechos por mano de hombre. El apóstol Pablo lo reafirma luego en su discurso a los atenienses en el areópago, relatado en Hechos 17:24-25: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. El mismo apóstol, en 1 Corintios 3:16-17, dice que el templo somos nosotros: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. En el capítulo 6, versículo 19 de la misma carta, recalca esta misma enseñanza de que somos templo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. Y finalmente en 2 Corintios 6:16 “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.”
He querido transcribir todos estos textos para dejar en claro que esta enseñanza de que el templo de Dios somos nosotros y no un edificio hecho por manos de hombre, es bíblica, y así fue creído por los primeros cristianos, y lo vieron reafirmado con la destrucción del templo de Jerusalén a manos de los romanos en el año 70. Ahí entendieron que como Iglesia no necesitaban construir un “templo” para congregarse. Entonces, ¿cómo es que Hebreos 10:25 nos dice que no dejemos de congregarnos? Se preguntarán muchos. Efectivamente, no debemos dejar de congregarnos, pero el texto no dice que debamos congregarnos necesariamente en un lugar de culto denominado “templo”, eso es lo que entendemos nosotros por defecto, porque a lo largo de nuestras cortas vidas siempre hemos entendido que el lugar para congregarnos es ese edificio que llamamos “templo” o “iglesia”, pero sabemos por los antecedentes históricos que los primeros cristianos se congregaban en sus casas, eso lo podemos encontrar en Hechos 2:46: Hechos 5:42; Hechos 20:20; y Tito 1:11. Este último texto, cuando dice que “trastornan casas enteras”, se está refiriendo a “congregaciones enteras”, porque en ese tiempo por casa a una congregación.
La costumbre (porque eso es) de congregarse en templos, proviene de la época de la Roma Imperial, luego de que los emperadores que se convirtieron al cristianismo, prohibieran el culto a otros dioses y reutilizaran los antiguos templos paganos, para el culto cristiano. Así fue como se incorporó esta tradición en la Iglesia, un reciclaje del paganismo adoptado por el cristianismo, tal como el rito del matrimonio religioso es un reciclaje de la coemptio y la confarreatio romanas, y celebrar la Navidad el 25 de diciembre es un reciclaje de la celebración del nacimiento del sol invicto.
Con esto, no estoy insinuando que esté mal congregarse en los lugares dedicados al culto que ordinariamente llamamos “templos”, ni que luego de esta pandemia no volvamos a hacerlo, muy por el contrario, si es una práctica que ha perdurado tanto tiempo en la Iglesia, es porque ha demostrado ser beneficiosa al fomentar la comunión entre los hermanos. Lo que quiero decir es que, por arraigada que esté la costumbre de usar lugares denominados “templos” para congregarse, NO ES UN MANDAMIENTO BÍBLICO, por lo tanto, al menos por ahora, es prescindible, lo cual no quita que mantengamos la Comunión de los Santos por otros medios.
Entonces, es que llega esta pandemia, obligándonos a confinarnos en nuestros hogares y tener que ministrarnos a nosotros mismos y a nuestras familias.
5. Ha hecho remarcar que la “Iglesia” es el conjunto de creyentes y no el aparataje organizacional de una denominación.
Esta doctrina, que pudiéramos creer sabida por la mayoría de los cristianos, a veces se olvida, por un uso impropio del lenguaje, cuando llamamos “Iglesia”, ya sea al lugar donde nos congregamos, a la estructura organizacional de una denominación o a su jerarquía. Pero la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (Colosenses 1:18); este Cuerpo, lo conformamos todos los que somos miembros (1 Corintios 12:12); los que hemos sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro (1 Corintios 1:2).
6. Ha hecho recordar la doctrina del Sacerdocio Universal de los Creyentes.
Esta doctrina enseña que todos los creyentes somos sacerdotes (Apocalipsis 1:6; 5:10), desde el pastor u obispo hasta el portero o la hermana que limpia los baños, todos los somos sacerdotes, y Jesucristo es nuestro sumo sacerdote (Hebreos 5:14) y el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Esta es una doctrina cardinal que nos separa como evangélicos de la Iglesia Católica Romana, la cual considera a sus clérigos como sacerdotes e intermediarios entre Dios y los hombres. Pero nuestra cultura hispano-católica, muchas veces nos influye más que nuestra doctrina protestante, y tendemos a ver a nuestros pastores como el equivalente evangélico de los curas católicos, como si ellos estuvieran más cerca de Dios que cualquiera de nosotros. Nos olvidamos que por medio de Cristo tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre (Efesios 2:18). Entonces, es que llega esta pandemia, obligándonos a confinarnos en nuestros hogares y tener que ministrarnos a nosotros mismos y a nuestras familias.
7. Ha hecho entender que la familia no sólo es el núcleo fundamental de la sociedad sino también de la Iglesia.
Los cambios sociales producidos en los últimos años han ido alargando las jornadas laborales e incorporado a la mujer al trabajo remunerado; también han ido extendiendo la jornada escolar y adelantado la edad en que los niños inician su vida escolar, con el fin de tener a resguardo a los hijos mientras ambos padres trabajan. Todo esto, ha significado que los integrantes de la familia pasen cada vez menos tiempo juntos. Y esto se ha llevado a la Iglesia, porque al escaso tiempo que les queda a las familias para estar reunidas, debemos restar el tiempo que emplean en las actividades de la Iglesia, las cuales, por lo general, tampoco se hacen en familia sino separados por sexo y rango etario. Así tenemos a las dorcas, las señoritas, la sociedad femenina, los voluntarios, la sociedad de caballeros, los jóvenes, adolescentes, juveniles o como quiera que se llamen en tu iglesia. Ni siquiera en los cultos generales se sientan juntos, porque mientras los hijos pueden ocupar su lugar en el coro o grupo de alabanza, los padres ejercen otras funciones como oficiales, ancianos, presbíteros, diáconos, etcétera. Todo esto ha significado un deterioro de la familia y ha sembrado un excesivo individualismo en sus integrantes, especialmente en los más jóvenes, que no alcanzaron a conocer el modelo antiguo de familia. Y así como los padres han ido delegando en la escuela la responsabilidad de educar a sus hijos, también han ido delegando en la Iglesia la responsabilidad de enseñarles las Escrituras e inculcarles una mentalidad cristiana. Ese texto que dice: “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará” (Proverbios 22:6) no está dirigido al maestro de la escuela dominical ni al líder de jóvenes sino a los padres. Por la influencia secular, a las iglesias les ha costado entender que es la familia el principal lugar donde se forma un cristiano; la Iglesia puede apoyar a la familia, pero no puede sustituirla en ese rol. Una buena familia formará buenos cristianos, y esos buenos cristianos formarán una buena Iglesia. Esta pandemia ha vuelto a reunir a las familias.
8. Ha obligado a los padres a atender más directamente las necesidades, especialmente afectivas de sus hijos.
Siguiendo la misma línea de los dos puntos anteriores, el confinamiento provocado por la pandemia ha hecho pasar más tiempo a los padres con los hijos, y de esta forma los ha llevado también a conocerse en aquellos aspectos de la personalidad que pueden ser agradables o desagradables, y que a veces pueden generar discordia, sobretodo en situaciones que los ponen bajo presión. Pero a la larga, al estar más tiempo juntos y conocerse mejor, les hace estrechar el vínculo afectivo y les permite desarrollar estrategias para ayudarse de mejor manera. Después de todo, esa es la voluntad de Dios, y lo contrario acarrea maldición; como dice Malaquías 4:5-6 “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.”
Esto nos ayuda a examinarnos mejor porque estando bajo presión, temor e incertidumbre aflora lo mejor y lo peor de nosotros
9. Ha hecho que cada creyente se examine mejor a sí mismo.
La cultura secular nos ha enseñado a hacer una diferenciación entre “lo material” y “lo espiritual”, y eso redunda en que no siempre tenemos la misma mentalidad y actitud en la Iglesia, la casa, el trabajo, o el lugar de estudios, y no percibimos esa diferencia porque al tratarse de distintos lugares, entendemos que son diferentes contextos, y simplemente nos adecuamos. Pero cuando pasamos de continuo en un mismo lugar por varios días, no podemos mantener la careta por mucho tiempo; tarde o temprano aflora nuestro verdadero yo, con sus virtudes y defectos. La Palabra de Dios en 2 Corintios 13:5, nos dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. Al encierro debemos sumar que muchos perdieron sus trabajos o temen perderlos, otros deben salir a trabajar obligatoriamente con el temor a contraer la enfermedad; se piensa en los hijos y en los padres y se teme por su salud y bienestar. Esto nos ayuda a examinarnos mejor porque estando bajo presión, temor e incertidumbre aflora lo mejor y lo peor de nosotros, aunque puede desalentarnos en un principio, sobretodo cuando nos damos cuenta que nuestros defectos superan a nuestras virtudes, que después de todo no éramos tan fuertes ni tan íntegros como creíamos, pero si logramos entender que es una situación que Dios ha puesto porque nos ama, entenderemos también que todas las cosas nos ayudan a bien (Romanos 8:28).
10. Ha hecho entender lo precaria que es la situación económica de muchos pastores que dependen de los diezmos y ofrendas para subsistir.
Hay muchas congregaciones que no tienen idea cuánto gana su pastor. Los recientes escándalos mediáticos que han protagonizado algunos pastores famosos debido a problemas financieros, han instalado la creencia de que los pastores ganan mucho dinero, que se dedican al ministerio porque es una manera fácil de hacerse rico; pero una de las razones por las que más considero importante que las iglesias transparenten sus finanzas, es para que la hermandad se dé cuenta de lo poco que ganan la mayoría de los pastores, muchos de ellos desempeñando otro trabajo para poder subsistir, otros endeudándose para educar a sus hijos, o sin el dinero suficiente para tratar sus enfermedades. Lo más triste, es la situación de aquellos pastores que no tienen jubilación y deben seguir al frente de la obra estando muy ancianos, llenos de enfermedades, dolencias y limitaciones propias de la edad. Todos ellos, lo están pasando muy mal en estos días que no hay cultos, no hay ofrendas y no hay diezmos. Tuvo que ocurrir esta pandemia para que algunas congregaciones se dieran cuenta de la situación económica de sus pastores.
Una buena familia formará buenos cristianos, y esos buenos cristianos formarán una buena Iglesia. Esta pandemia ha vuelto a reunir a las familias.
11. Ha hecho que las iglesias locales sean más solidarias.
Así como hay pastores necesitados producto de la suspensión de los cultos, también hay hermanos que han perdido sus trabajos, han sido contagiados por el virus o han perdido familiares; todo esto, ha generado una inusitada preocupación por el hermano que tal vez solamente saludábamos en la Iglesia. Se ha usado las redes sociales para organizar colectas de dinero, alimentos y ropa para ir en su ayuda. Si bien hay iglesias locales que tienen un fuerte trabajo de ayuda social, hay otras que han debido implementarlo o reforzarlo, poniendo por obra la fe. (Santiago 2:15-16).
12. Ha hecho que el pueblo evangélico tome conciencia que la mayoría de los medios de comunicación tienen una línea editorial contraria a los intereses de la Iglesia y que muy a menudo manipulan la información para crear un relato que perjudique a los evangélicos.
Esto debimos aprenderlo hace mucho tiempo, porque no es primera vez que la prensa secular nos difama. Sólo recordemos cuando presentaban a un ex obispo como EL líder de LA Iglesia evangélica en Chile. Ahora han aprovechado esta pandemia para construir el relato de que el Covid-19 se ha propagado por culpa de los evangélicos que insisten en hacer cultos, contraviniendo las ordenanzas de la autoridad sanitaria.
Primero fue la Iglesia del Nazareno en San Pedro, cuyo último culto se efectuó el 8 de marzo, mismo día en que en Santiago se realizó la marcha del 8M; algunos de sus miembros de esta iglesia resultaron contagiados, al principio no se sabía el motivo del contagio, pero la prensa se apresuró a decir que era porque habían hecho cultos durante la cuarentena, sin atender a otras posibles causas de contagios posible, tan obvias como que los contagiados eran parientes y vecinos entre sí, por lo que no necesariamente tenían que haber asistido a un culto para contagiarse.
El otro caso fue el de Osorno, donde se acusó a una iglesia de hacer culto, cuestión que el Consejo de Pastores de dicha ciudad salió a desmentir.
El noticiero de TVN sacó un reportaje donde afirmaba que “1.700 iglesias seguían congregándose a pesar de la cuarentena”, sin referir la fuente o la base de cálculo para hacer tal afirmación; además, usaron un afiche extraído de una página satírica donde se llamaba a desobedecer la cuarentena, haciendo creer al público que se trataba de la opinión de alguna iglesia real, y para colmo, editaron el video donde un pastor llamaba a no hacer cultos presenciales, a usar las redes sociales para hacer cultos on line, sacándolo de contexto y haciéndolo parecer que afirmaba lo contrario.
Luego vino el caso del pastor de Puente Alto, que acusaron de hacer culto con 30 personas en un espacio reducido, pero no repararon en que él aloja a esas personas en su casa porque están en situación de calle, y que, dentro de su pobreza, comparte lo que tiene con los más necesitados.
Después fue el caso de una joven universitaria de Tirúa, de quien se dijo haberse contagiado por asistir a un culto en la ciudad de Temuco, cuestión que el propio alcalde de Tirúa tuvo que desmentir, afirmando que el contagio se produjo en una universidad de la capital de la Araucanía.
Luego fue el caso de las matronas del Hospital Sótero del Río que se habrían contagiado porque una de ellas asistió a un culto evangélico, cuestión que el propio Colegio de Matronas de Chile desmintió en su página web.
A todo eso, sumemos la sobreexposición mediática que le han dado a personajes como Javier Soto y Ricardo Cid, a quienes han mostrado como “representantes del mundo evangélico”, ignorando por completo la histórica declaración conjunta que el 7 de abril hicieron varias agrupaciones de iglesias evangélicas, en la que hacen un llamado a no congregarse presencialmente y hacer uso de los medios virtuales. Nunca un espectro tan amplio de iglesias evangélicas se había unido para decir algo, y esta pandemia dio el motivo, pero la prensa secular prefirió ignorarlo porque contradice el relato que quieren instalar en la opinión pública. Por eso prefieren llenar los noticieros y los matinales con esos personajes que les ayudan a hacer una caricatura de los evangélicos.
¿Trae esto algún beneficio al pueblo evangélico? Mucho. Porque nos hace recordar que el mundo nos aborrecerá por causa de Cristo. Ellos nos consideran sus enemigos políticos porque somos contrarios a muchos planteamientos de la agenda progresista, tales como la legalización del aborto y el matrimonio homosexual, por lo tanto, les interesa que las iglesias evangélicas pierdan credibilidad ante la opinión pública. Esto debería enseñarnos a ser más reflexivos y críticos a la hora de oír los noticieros, porque si mienten respecto a nosotros, es porque son capaces de mentir en otros temas también. Poner en práctica 1 Tesalonisenses 5:21 “Examinadlo todo; retened lo bueno”, y no ser tan apresurados al momento de juzgar a otra iglesia porque así como mienten respecto de una, pueden mentir respecto de otra y de la mía también.
Lamentablemente, los evangélicos latinoamericanos somos demasiado viscerales a la hora de juzgar las cosas, y eso nos hace vulnerables a la manipulación de los medios de comunicación, tanto como lo hemos sido para los falsos profetas que también manipulan apelando a las emociones. De hecho, el inconverso latino, que también se deja manipular por los medios y la publicidad, nos considera a los evangélicos como personas fácilmente manipulables Tal vez esta experiencia nos enseñe a diferenciarnos de la masa y comenzar a pensar como linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
13. Ha provocado una inusitada unidad en el pueblo evangélico, porque ahora cualquier acusación injusta contra alguna iglesia local, nos duele a todos como si se tratara de la propia.
En efecto, sin darnos cuenta, cada vez que miramos en las noticias cómo la prensa vilipendiaba a una iglesia, acusándola de contravenir las normas sanitarias, todos nos sentimos atacados porque le podría pasar a nuestra iglesia local, da lo mismo si es una iglesia pentecostal, bautista o de la denominación que sea. Todas las discusiones que nos han separado ahora pasaron a segundo plano, y hay un clima de respeto.
Por otra parte, existe un amplio consenso en que no es momento oportuno para realizar cultos presenciales y que debemos aprovechar los medios tecnológicos para predicar.
14. Finalmente, el dolor que nos provoca la partida de pastores y hermanos a causa de esta enfermedad, y más aún, el temor que esto alcance a alguien de nuestro entorno familiar, o a nosotros mismos, nos hace estar más conscientes de nuestra fragilidad como seres humanos.
Esto nos hace recordar que el poder del Señor se perfecciona en la debilidad, por lo cual, por amor a Cristo, nos gozamos en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias, porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Corintios 12:9-10).
EN SÍNTESIS, creo que falta mucho todavía para que vuelvan los cultos presenciales, porque el Señor todavía tiene mucho que trabajar con nosotros en nuestros hogares, en nuestras Iglesias, en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Dios tenga misericordia de nosotros en este proceso.
Miembro de la Iglesia Presbiteriana de Chile (IPCH), Hijo del fallecido pastor Benjamín Almendras de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile en Angol.