La teología no es del diablo

Detail of a miniature of the First Temptation of Christ: from a Psalter, England (Oxford), c. 1200–1225, Arundel MS 157, f. 5v

Por Luis Aránguiz

Dentro del mundo pentecostal, para nadie es desconocido que desde hace unas décadas se ha ido produciendo una tensión cada vez mayor respecto al lugar que tiene la teología en las iglesias. Pero esto no tiene que ver solo con la teología. Desde hace décadas que el problema es con la educación en general. Veamos.

Sobre la educación en general hay que decir lo siguiente. Ya en la generación de nuestros padres hubo quienes empezaron a acceder a educación superior universitaria. Usualmente, esto solía ser mal mirado por varias razones, como por ejemplo que no había que estudiar porque el Señor estaba a las puertas de su segunda venida; pero también se condenaba porque se temía que a quienes estudiaban “les quedaba chica la iglesia” como reza una expresión bastante usual, porque los estudios les daban cierto aire de superioridad. Así, los profesionales de la generación pasada que permanecieron en las iglesias tuvieron que adaptarse a una serie de desafíos, pero como todos sabemos, también hubo quienes finalmente salieron, ya sea de toda iglesia, o que se cambiaron a iglesias donde no existiese esta tensión con la educación.

¿Qué tiene que ver esto con lo teológico? La aversión a la educación formal también se manifestó en la aversión a la educación teológica. Sin duda, también aquí ha estado el argumento de la educación en general, que dice que a quienes se adentran en estos dominios les termina “quedando chica la iglesia”. Pero aquí no se trata solamente de esto. En el ámbito propiamente teológico, la preocupación es que la teología puede reemplazar, desplazar y, finalmente, anular, la creencia en la acción milagrosa del Espíritu Santo, una creencia fundamental de los pentecostales. La tensión que se ha producido entre estudiar asuntos teológicos o bíblicos y creer en la acción del Espíritu ha llegado a tal punto que lamentablemente hay quienes terminan cambiándose de iglesia precisamente por esta razón. No dejo de recordar expresiones como que la teología es del diablo, entre otras de mayor calibre.

Pero ¿de dónde viene esta tensión? El problema pasa por las actitudes que se adoptan, y parte de las actitudes que se adoptan tiene que ver con cómo estos temas se abordan dentro de las iglesias. Si se dice que la teología es del diablo a un hermano que está buscando formarse en el conocimiento de los temas cristianos, es evidente que eso genera una molestia. ¿Qué pecado puede haber en querer conocer mejor los temas de la propia fe?

Ahora bien, entre quienes tienen el deseo de estudiar estos temas, desde luego puede haber quienes adopten posiciones menos conciliadoras con sus congregaciones y terminen siendo factor de división. Pero es necesario entender que, incluso cuando podemos encontrar estas actitudes, ellas son posibles debido a que las iglesias tienen un tema no resuelto, no tratado y, por eso mismo, esto será algo que muy posiblemente no dejará de ocurrir.

Lo mas inquietante de todo esto es que en los inicios del movimiento pentecostal, esta tensión no existía. El pastor Willis Hoover, como buen metodista, conocía bien los 25 artículos de fe de su iglesia, que algunas denominaciones pentecostales mantienen hasta hoy como su fundamento doctrinal incluso si no se enseñan a todos los miembros. Estos artículos se enseñaban en la Iglesia Metodista de Valparaíso de la cual Willis Hoover era pastor en las clases de miembros, al mismo tiempo que ocurría el avivamiento.

Es más, usualmente se cree que las diferencias de Willis Hoover con la Iglesia Metodista que llevaron al quiebre con ella, tienen que ver con las manifestaciones espirituales y el rechazo que estas producían. Sin embargo, esto solamente es una parte del problema. Una de las cosas que a Willis Hoover le preocupaba era que en su denominación había quienes estaban abandonando las doctrinas fundamentales del cristianismo. Doctrinas que obviamente eran y son profundamente teológicas como la misma deidad de Jesucristo. No voy a ahondar más porque todo esto y más puede encontrarse en el propio libro Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile escrito por él. Por lo tanto, las diferencias de Willis Hoover no eran solamente espirituales sino también teológicas, y ambas iban a la par. Es decir, para él no estaban disociadas y ambas causas eran importantes porque eran mutuamente dependientes. Por eso es que él mismo dijo que en el nuevo movimiento pentecostal iba a enseñar a Juan Wesley y a la Biblia, incluso agregando “no tengo doctrinas nuevas”, lo cual no solo indica que no traía una novedad, sino que adhería a doctrinas tradicionales o ‘viejas’, es decir, a toda la teología que el cristianismo ha enseñado por siglos. Lo que él rechazó era un tipo específico de teología, la teología liberal, pero nunca negó la teología tradicional sino que al contrario, estaba comprometido a enseñarla.

No tengo certeza del momento en que esta conciencia de la unidad entre espiritualidad y teología se perdió en el pentecostalismo chileno. Lo que si es claro es que este olvido ha reportado un daño importante a la vida de las comunidades porque al separar espiritualidad de teología, se ha separado luego razón y carisma, mente y corazón. Así, muchos pentecostales han llegado a vivir la vida divididos en dos de manera irreconciliable: entre lo que saben y lo que creen; lo que piensan y lo que sienten. Tal vez sea momento de que, así como ya en nuestros días la aversión a la educación universitaria va quedando en el pasado y las nuevas generaciones logran permanecer en las iglesias e incluso aportar con sus profesiones a sus congregaciones, lo mismo ocurra con el tiempo respecto al campo del estudio teológico.

La teología, en general, no se opone a la acción del Espíritu Santo. El estudio de la biblia y la teología, en general, no se opone a la creencia en la acción del Espíritu Santo. Esto es algo que hoy en ciertas iglesias podría sonar casi ofensivo para quienes han vivido enseñados bajo esta tensión toda su vida. Pero sepan esto: en los orígenes del movimiento pentecostal, no fue así, y no es necesario que sea así hoy. La reconciliación de estos dos ámbitos de la vida cristiana podría traer una renovación de grandes dimensiones porque el Dios que bendijo espiritualmente al mundo pentecostal es el mismo que inspiró la Biblia y es el mismo que creó al ser humano no solo con espíritu, sino también con una mente para escudriñarlo todo y retener lo bueno.  

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