Por Reiner Fuentes*
Casi como un arca del pacto que es movida de tienda, el pasado 15 de septiembre por primera vez en la historia del evangelicalismo chileno, el Te Deum evangélico se mudó de casa, de una iglesia pentecostal a un espacio neopentecostal, el Centro Cristiano Internacional, dirigido por su líder, el Apóstol Billy Bunster. Es un arca con un pacto político de por cierto, pero fuera de la discusión sobre los motivos de este cambio y los cuestionamientos que esta alianza representa, el presente ensayo tiene la intención de clarificar y exponer los matices del mundo neopentecostal.
En Latinoamérica aproximadamente el 85% de la población evangélica son pentecostales (García, 2012) y en el contexto chileno Moulian, Izquierdo & Valdés (2012) expresan que hay acuerdo entre los investigadores en que el movimiento pentecostal constituye la principal corriente en el campo protestante nacional. Sin embargo, un nuevo movimiento evangélico poco a poco va ganando representatividad frente al pentecostalismo histórico, el neopentecostalismo. Aun cuando hay limitadas investigaciones sobre el incipiente movimiento, este existe en Chile desde la década de los noventa, impulsado por una sociedad globalizada y con tintes posmodernistas (Mansilla, 2007). Son llamados carismáticos, iglesias renovadas, apostólicos y proféticos o pentecostales con jeans, pero quizá el plato neopentecostal más difundido se cocina con la siguientes triada de ingredientes:

A. Teología de la prosperidad
B. Guerra Espiritual
C. Ministerio Quíntuple
A+B+C es igual a neopentecostalismo, se argumenta con ligereza, y usualmente se rasgan vestiduras con cada letra, haciendo mala propaganda de un plato que tiene más sabores y texturas de las que parece.
Teología de la prosperidad
Parece mostrarse como el ingrediente más relevante de la receta neopentecostal, no obstante el énfasis de análisis económico en este punto puede ser una debilidad. Aun cuando es necesaria una lectura crítica que requiere la reflexión y problematización de las propias comunidades, puede convertirse en un sesgo que tiñe todas las cualidades descriptivas, un reduccionismo mercadológico, convirtiéndose en generalizaciones que apuntan a un grueso de fenómenos religiosos como “religión de mercados” o “mercaderes de la fe’ (Mansilla, 2007), no considerando otras dimensiones que conviven en la configuración de los espacios neopentecostales. Con esta consideración en mente, continuemos.
Se ha visto que el pentecostalismo también estaría mediado por la presencia o ausencia de factores económicos (Rodríguez, 2005), de tal manera que, en sociedades dañadas por el consumismo, los pentecostales se muestran moralistas e integristas constituyendo una forma de evasión de la realidad y en contextos de vulnerabilidad y opresión el pentecostalismo se presenta como liberador. Y no es casualidad, en términos de cosmovisión las comunidades pentecostales se caracterizan por un ideal de autosacrificio constante, basándose en el símbolo de la cruz (Bothner, 1994), viendo la propia vida como una “cruz” que hay que cargar, siendo el mundo representado como una realidad de sufrimiento, con expectativas de una recompensa futura. Si el pentecostalismo clásico resalta la muerte y la cruz, el neopentecostal resalta la resurrección y la vida (Mansilla, 2008). Y no cualquier vida, algunos neopentecostales exigen una vida en abundancia, perciben que lo merecen porque han seguido las fórmulas bíblicas para ello.
Ahora bien, si corremos el velo de la teología de la prosperidad podemos encontrar axiomas no tan lejanos a los sistemas de creencias del evangelicalismo en general:
-El poder adquisitivo está mediado por algún tipo de intervención divina. Es la creencia sincera que Dios te quiere bendecir, y que la situación económica personal es fruto en algún grado de una acción de Dios.
-La condición económica es reflejo de una condición espiritual. Es quizá una de las creencias más sutiles y juiciosas, se asume que el pecado personal mantiene a las personas en pobreza; o por el contrario que el éxito financiero es reflejo de haber actuado moralmente bien.
-La posibilidad de aumentar los recursos materiales es directamente proporcional a acciones rituales específicas. La ofrenda y el diezmo se convierten en condiciones necesarias para ser financieramente próspero.
Estos rudimentos de la teología de la prosperidad podrían ser compartidos por un abanico no menor de denominaciones evangélicas aun cuando no sean explícitos en el púlpito ni se asomen como prácticas abusivas. Lejos de cuestionar estos axiomas, la intención de exponerlos es interpelar al lector. Si te sientes identificado con dos o tres de los axiomas, ¡bienvenido! puedes sentirte en algún grado participante de la teología de la prosperidad, bajo estos mismos supuestos se justifican acciones a veces saludables para la comunidad y en otras ocasiones dan pie a prácticas de gestión de recursos muy cuestionables como la no trasparencia económica de diezmos, malversación de fondos o fraude al fisco entre otras acciones que dejan en evidencia una soterrada y nociva teología de prosperidad latente en la esfera evangélica.
Al parecer, los lindes de la teología de la prosperidad son más corredizos de lo que tradicionalmente se asume, la excepcionalidad es que en algunos espacios neopentecostales el mensaje es explícitamente orientado a la adquisición de riquezas, pero este perfil se circunscribe y enmarca a comunidades orientadas intencionalmente al exitismo, los negocios, igle crecimiento, y otras cualidades que hacen parecer a cierto grupo de iglesias neopentecostales como seudo-empresas hijas de un mesianismo neo-liberal.
Y por supuesto, es importante destacar que hay excepciones, existen también neopentecostalismos con una mirada comunitaria de la administración de los recursos, acciones sociales concretas en donde el diezmo tiene límites éticos y las ofrendas y donaciones se distribuyen a familias vulnerables. También hay neopentecostales con creencias asociadas a la administración del dinero que quedan sujetas a la responsabilidad humana, algo así como un teísmo en todas las cosas, pero un deismo radical o parcial en términos económicos, es decir Dios no intervendría en esta dimensión.
Guerra espiritual
Pensar en una guerra es también identificar bandos en disputa por un territorio, poder o influencia, y el apellido espiritual nos da claridad sobre qué es lo que está en juego. El concepto no siempre ha representado la misma lucha. Permítaseme describir tres etapas de la guerra espiritual las cuales se fueron desarrollando temporalmente de forma distinta, pero a la fecha pueden ser capas interpretativas que se solapan. En los 70’ y 80’ esta guerra era caracterizada por luchar fervientemente contra demonios y espíritus malignos particulares, fue la época de la demonología evangélica; toda una descripción de personajes espirituales con manuales detallados de los modus operandi para identificarlos y atacarlos. El campo de batalla, usualmente espacios evangelísticos. En los 90’ e inicios del 2000, el foco se amplió y la guerra espiritual incluyó al campo de batalla fuerzas naturales, potestades y espíritus de gran poder territorial, algunos conceptos surgen aquí: cartografía espiritual, mapa espiritual y planos simultáneos en los que operan autoridades espirituales satánicas de alto rango. Algunos referentes latinoamericanos son el Apóstol Rony Chavez y la Profeta Ana Méndez. Y en los últimos 10 años, está guerra lleva su estandarte a espacios públicos y políticos, buscando incidir en la sociedad, repeliendo ideologías, leyes y actores gubernamentales que atenten contra el sistema de creencias que propugnan. En esta última etapa, los poderes de las tinieblas se hacen visibles principalmente en los colores políticos, por lo que el llamado a luchar también se hace desde esta trinchera. Apoyar aquellos sectores más conservadores, esos que resguardan los valores, la familia y las tradiciones, se ha ido transformando en un mandato de carácter espiritual, mirando de soslayo consecuencias civiles aparentemente secundarias.
Este ingrediente parece ser más un condimento común en el evangelicalismo latinoamericano y no una insignia distintiva de los neopentecostalismos. Quizás la cualidad neopentecostal es la efusividad de los gestos, acciones y discursos explícitos que toman lugar en manifestaciones litúrgicas y públicas, además de los intentos de sistematizar cierta compresión del mundo espiritual en metodologías replicables.
Al igual que la teología de la prosperidad, la doctrina de guerra espiritual en algunos sectores neopentecostales ya es historia. No son pocos los espacios Apostólicos y Proféticos, que miran la guerra espiritual como una etapa pasada, en función de las nuevas resignificaciones teológicas. Recientemente, apóstoles y profetas contemporáneos han experimentado deconstrucciones teológicas importantes, algunas de ellas son:
-Énfasis en la victoria de Cristo, por lo cual la guerra espiritual ya fue ganada.
-Cambios en la interpretación escatológica, cuestionamiento de la doctrina del rapto; fuertes acercamientos hacia el preterismo, uno de los referentes en esta área ha sido el Apóstol John Eckhardt.
-Cambios en las concepciones soteriológicas, aproximaciones a hacia el universalismo, aniquilacionismo, molinismo, e incluso calvinismo. Alejándose teológicamente de los hermanos pentecostales que suelen identificarse con un arminianismo instalado hace ya bastante tiempo.
Estos cambios significan no sólo un cambio teológico, sino además un cambio de cosmovisión. Si el pentecostal ve la venida de Cristo próxima, lucha día a día por apartarse del mundo de maldad; por su parte, los neopentocostales podrían distinguirse entre aquellos que buscan luchar e incidir activamente en espacios y sociales desde una lógica de colaboración teocrática antes de la segunda venida del mesías y aquellos quienes viven en un “como sí” Dios ya reinara en el mundo, concluyendo que la venida mesiánica ya tuvo lugar histórico por lo que solo buscan la manifestación de una iglesia reinante, quedando sin sentido la lucha espiritual. Así, los neopentecostales tienen por idea vivir el tiempo de la “tierra prometida”, en el aquí y el ahora, contrario a los pentecostales quienes suelen proyectar la esperanza después de la muerte en un “más allá” (Mansilla, 2008).
Ministerio Quíntuple
Se entiende como una forma organizacional eclesiástica en la que operan los cinco ministerios: Apóstol, Profeta, Pastor, Maestro y Evangelista. Es un tema candente, la mayoría de las discusiones se tornan en dilemas sobre si es bíblico o no, o si pudieran tener continuidad los roles de apóstol y profeta en la iglesia actual. Son infaltables también comparaciones anacrónicas de los nuevos apóstoles y profetas con los apóstoles y profetas de la Biblia, más en esta oportunidad no es el objetivo tomar partido, sino abrir matices.
Lo apostólico
Para efectos de identificación de lo neopentecostal, parece ser una característica casi inherente. En cualquier congregación, iglesia o comunidad de fe donde veas la figura de un Apóstol o una “cobertura apostólica” podríamos sospechar de alguna forma de neopentecostalismo. Ahora bien, el estilo es variopinto, hay apostolados con funciones misioneras de evangelismo en zonas aisladas y se les llama apóstol pues son enviados a esa tarea. También el apóstol puede cumplir un rol de supervisor de red de comunidades que comparten cierta visión, similar a un obispo en las iglesias protestantes. Incluso existen formas de neopentecostalismo en donde no existe el cargo de Apóstol, pero se reconoce el rol apostólico, líderes de renombre que orientan y acompañan a otros líderes en la tarea pastoral. No siempre la forma de gobierno eclesiástica es piramidal, algunos ministerios neopentecostales se organizan en círculos apostólicos, ancianos, diáconos, en los cuales el diálogo y la visión corporativa de las comunidades son la tónica y no una figura pontificadora individual. También hay apostolados específicos, enviados a áreas no religiosas, apóstoles de la salud, de la educación, de las ciencias, etc. Usualmente este grupo se compone de profesionales destacados en algún área en la que ejercen incidencia desde una perspectiva cristiana.
Lo profético
En su sentido más básico, apela al uso del don de profecía. En este plano, lo profético no tendría exclusividad neopentecostal. Aun cuando en las iglesias pentecostales no siempre se valida el rol de profeta, existen otras formas de referencia a la práctica profética, probablemente la más difundida es la de “instrumento”, que hace alusión a personas dentro de la congregación que son identificadas por la comunidad para hacer oración por los enfermos, liberación de espíritus y en ocasiones también entregar un mensaje de parte de Dios a la iglesia o a personas particulares. Una diferencia importante es que el contenido profético en las iglesias pentecostales, versa en función de tópicos comunes como la venida de Cristo, llamados al arrepentimiento y la santidad, en ocasiones hay mensajes con contenidos personales a veces reveladores para el receptor. Lo profético tanto en espacios pentecostales como neopentecostales suele girar en torno a mensajes de gran impacto emocional para quien recibe, se cruza con elementos de la vida familiar, historia vital y con frecuencia orienta o advierte de lo por venir, mas los neopentecostales afirman tener una praxis profética organizada que se sujeta a ciertas pautas y protocolos locales. Para este ejercicio incluso existen formaciones de carácter confesional de escuelas proféticas que modelan el estilo y acción del ministerio profético. Los matices son muchos, así como las técnicas de expresión; de ahí que surgen disciplinas dentro de la neopentecostalidad como el “arte profético”, “cantos proféticos” y “danza profética”, vías no convencionales de canalizar el contenido profético, haciendo de la experiencia profética, una experiencia sensorial compleja. A veces en una misma instancia conviven más de un emisor profético, no siempre asociado a un mensaje verbal, dándole a la profecía una cualidad polisémica, que facilita la co-construcción de significados con participantes que no necesariamente ostentan el cargo de profetas.
En lo profético ha habido saltos paradigmáticos, el más relevante probablemente es la transición de la fe en los símbolos materiales a la desmitificación e identificación con los mismos. Un ejemplo, es el uso de la sal, el aceite o vino, como elementos que podrían tener cierto poder en sí mismos para facilitar el ejercicio profético, un tipo de consubstanciación espiritual, los elementos vistos así tienen cualidades curativas o sobrenaturales, pero algunos sectores neopentecostales han desmitificado estos elementos para identificarse con el símbolo, es decir la comunidad se percibe como la sal, como el vino o como el aceite, restando crédito a prácticas místicas que hacen uso de estos elementos. Si bien es cierto muchas iglesias se piensan así mismas como “la sal de la tierra”, los neopentecostales se toman en serio la afirmación, lo profético les impulsa a ser sal mas allá de los espacios religiosos. De hecho, en 1998 es un Pastor de una comunidad neopentecostal que se señalaba como el idóneo para una candidatura a la presidencia representando a la plataforma evangélica y política chilena de hace veinte años atrás, me refiero al Pastor Salvador Pino Bustos, fundador del Ministerio Restauración 2000 (Mansilla et al., 2018). Pese que el proyecto político no prosperó, si marca un antecedente. Lo profético para algunos neopentecostales representa una posición de gobierno, una figura vocera del Reino de Dios en la tierra que se endosa la responsabilidad de trasmitir la voluntad divina a las iglesias y también a los espacios públicos. Actualmente, esta misma carga simbólica a la cual algunas comunidades se identifican les ha llevado a tomar causas sociales contemporáneas para ser voces proféticas en diferentes dimensiones públicas, en algunas oportunidades con la disposición de accionar desde un lugar de laicidad.
¿Neopentecostalismo?
Lo curioso es que el mismo concepto “neopentecostalismo” como categoría es confusa por varias razones, cito textual (Jaimes, 2012):
“1. La mayoría [relacionados a neopentecostalismo] son trabajos terminales (tesis) en universidades y programas de posgrado, o bien artículos o capítulos de libro (…) la mayoría no alcanzan a convertirse, usualmente, en libros.
2. De una u otra forma, el reconocimiento de que se trata de un movimiento religioso heterogéneo, es de difícil aprehensión.
3. Se define al neopentecostalismo de una forma muy general y no se consideran especificidades de tipo regional y temporal (al contrario de lo que se hace, por ejemplo, en los estudios sobre la Iglesia católica, e incluso en estudios sobre los pentecostales).
4. Se utilizan perspectivas teóricas demasiado amplias, como secularización, y teorías de la globalización, o categorías genéricas, como «nuevos movimientos religiosos» o «movimientos religiosos alternativos».
5. Ninguno realiza una exploración metódica sobre el origen del término ni sobre el del movimiento religioso, ni tampoco una valoración sobre las fuentes primarias (testimonios escritos u orales de los mismos actores religiosos”
Ya el uso de esta categoría es problemático. La invitación es pensar el neopentecostalismo lejos de las recetas, y pensarlo como “neopentecostalismos”, en plural, rescatando las identidades, valores, símbolos, relatos y hábitos que conviven en territorios específicos que comparten cierto grado de intersectorialidad doctrinal y teológica pero que preservan una riqueza local específica en cuanto a su conformación como comunidad con características neopentecostales. Debemos reconocer que hay muchos neopentecostalismos algunos más ortodoxos, fundamentalistas e intransigentes, otros flexibles y con la disposición para la revisión de nuevas posturas teológicas, encuentros postdenominacionales, ecuménicos, interreligiosos y colaboraciones organizacionales, desde una puesta en escena no litúrgica.
En este sentido, la “neopentecostalidad” podría ser entendida como una pluralidad de voces con fe en la enacción del espíritu en la propia corporalidad y colectividad de las comunidades que no temen trastocar dogmas, estilos litúrgicos y la tradición cristiana evangélica heredada. Neopentecostalidad es quizás la actitud transversal de algunas comunidades de permanecer en una constante apertura experiencial a la divinidad, a la vida del espíritu, en lugares teológicos y litúrgicos no convencionales, algo así como una pentecostalidad irreverente, cotidiana y a veces hasta secular.
*Psicólogo, investigador en fenómenos religiosos, religiosidades y salud mental, Mindbody Lab, Universidad Austral de Chile.
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Referencias
García, F. (2012). Protestantes, evangélicos y pentecostales: aclaraciones conceptuales preliminares en un campo de investigación social. Revista Folios, (36), 171-187.
Jaimes Martínez, Ramiro. (2012). El neopentecostalismo como objeto de investigación y categoría analítica. Revista mexicana de sociología, 74(4), 649-678.
Mansilla, M. Á. (2007). El Neopentecostalismo chileno, Revista de Ciencias Sociales, N° 18, 87-102.
Mansilla, M. Á. Orellana, L. Panotto, N. (2018). La participación política de los evangélicos en Chile (1999-2017). Revista Rupturas, 9(1) 179-208.
Marty, M. y Appleby, S. (1995). Fundamentalisms Comprehended. Chicago-Londres:
Moulian, R., Izquierdo, J. M., & Valdés, C (2012). Poiesis numinosa de la música pentecostal: Cantos de júbilo, gozo de avivamiento y danzas en el fuego del espíritu. Revista Musical Chilena. 66 (218), 38–55.
Rodríguez, E. (2005). Pentecostalismo, teología y cosmovisión. Península, 1(0), 219-242.
Serna, S. (2016) Fundamentalismo invisible Fe, identidad y aislamiento en Amistad de Puebla A.C., México. Religión e Incidencia Pública, 4, 17-51. University of Chicago Press.