Por Daniel Diaz*
En los últimos días ha causado gran revuelo, un mover espiritual que comenzó el pasado 8 de febrero del presente año en la Universidad de Asbury, en la pequeña localidad de Wilmore, en Kentucky, Estados Unidos. Esta Universidad, de corte metodista wesleyano, tradición a la que pertenecía también el Pastor Willis Hoover, ya ha experimentado al menos dos avivamientos previos en los años 1950 y 1970. Este mover espiritual, que hasta el Lunes 20 de febrero cumplía casi dos semanas de adoración ininterrumpida, tiene todos los ingredientes para parecer extraño a nuestro mundo pentecostal chileno; ya que está siendo dirigido por jóvenes de la denominada generación Z, generalmente apáticos con el cristianismo; en un contexto universitario, mostrando que el conflicto espiritualidad-intelecto, predicado hasta el cansancio en nuestros púlpitos pentecostales, es errado; y por último, sin la formalidad en el vestir que muchos colocan incluso como requisito para que el Espíritu de Dios se manifieste. Todo esto, para vergüenza de nuestros métodos y prejuicios, y para Gloria del Dios Soberano.
Quienes pertenecemos al mundo pentecostal, y conocemos lo que fue el inicio de este movimiento, sabemos que la primera década del siglo XX fue una época excepcional de derramamientos del Espíritu Santo. Nombres como Evan Roberts en Gales; William Seymour en Los Ángeles, California; Pandita Ramabai en la India; o Willis Hoover en Chile, son solo algunos de los protagonistas de esa particular década que vio nacer a una de las últimas ramas del Cristianismo Protestante, el Pentecostalismo.
Pero los avivamientos no fueron un fenómeno exclusivo de aquella primera década del siglo XX, bien lo puede reconocer cualquier pentecostal que se precie de tal, quien reconocerá que su origen está en aquel aposento alto en Jerusalén, lugar del primer derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Por esta razón, si revisamos la historia de la Iglesia, podremos encontrar otras épocas en donde el poder del Espíritu Santo descendió de forma excepcional.
Una de esas épocas dignas de destacar, y que de cierta manera preparó el camino para los avivamientos que le sucedieron en el siglo XIX y principios del siglo XX, fue el primer Gran Despertar, el cual se desarrolló a partir de mediados del siglo XVIII en las colonias inglesas en América, en el Reino Unido y la Europa Protestante. Dentro de sus figuras principales se encuentran Jonathan Edwards, George Whitefield y John Wesley. Estos dos últimos, padres del metodismo: el primero, de un metodismo de corte calvinista, que se desarrolló principalmente en Gales; y el segundo, de un metodismo de corte arminiano, que se extendió por Inglaterra y posteriormente Estados Unidos.
Y precisamente dos autores ligados con estos dos metodismos, son en quienes queremos detenernos para abordar preguntas claves en torno a estos eventos extraordinarios que llamamos Avivamientos. Por un lado, tenemos a Willis Hoover, médico, pastor, misionero metodista episcopal estadounidense y reconocido discípulo de las enseñanzas de Wesley, quien posteriormente se transformó en el fundador del pentecostalismo chileno. Por otro lado, tenemos a Martyn Lloyd-Jones, pastor y predicador galés, quien también fue un médico destacado, al punto de llegar a ser asistente de Sir Thomas Horder, médico de la corona británica. Lloyd-Jones creció entre los metodistas calvinistas de Gales, y en su tierna infancia fue testigo del gran avivamiento de 1904-1905, liderado por Evan Roberts.
Ahora bien, entrando derechamente en el tema, la pregunta más básica que podemos plantear para este fenómeno es: ¿Qué es un avivamiento? El pastor Hoover abordó esta cuestión en la Revista “El Cristiano” No 310 de Mayo de 1905, diciendo lo siguiente [1]:
“Cuando se habla de religión se entiende que los cristianos fríos se calientan, los dormidos se despiertan, los rebeldes se someten, los flojos se activan; todos animados por el amor y el Espíritu de Dios, que entra a su corazón porque ellos le invitan y le dan lugar. El resultado es que muchos, muchísimos, de los que no eran cristianos viendo el poder de Dios en estas vidas, y movidos por el mismo Espíritu de Dios en respuesta a las oraciones y actividades de los cristianos vivos, se rinden a Cristo y se convierten.”
Ante la misma pregunta, Martyn Lloyd-Jones comenta en su libro “Los Puritanos”, lo siguiente [2]:
«El avivamiento es la experiencia según la cual, en la vida de la iglesia, el Espíritu Santo efectúa una obra poco corriente. El Espíritu lleva a cabo esta obra, principalmente, entre los miembros de la iglesia, dando a los creyentes una nueva vitalidad. Es imposible avivar algo que nunca ha tenido vida; así que el avivamiento consiste —por definición y ante todo— en revitalizar y despertar a los miembros aletargados, dormidos y casi moribundos de la iglesia. De pronto, el poder del Espíritu Santo viene sobre ellos y comienzan a comprender mejor las verdades que antes sostenían intelectualmente, y probablemente también a hacerlo en un grado más profundo. Se sienten humillados, convencidos de pecados, se horrorizan de sí mismos… Muchos llegan a pensar que jamás han sido realmente cristianos, y toman conciencia de la grandiosa salvación de Dios en toda su gloria, y a sentir el poder de la misma. Seguidamente, como resultado de este despertar y de esta revitalización, comienzan a orar. Un nuevo poder inviste la predica de los ministros y, a consecuencia de ello, grandes multitudes que antes no formaban parte de la iglesia comienzan a convertirse y asistir a los cultos. Así que las dos características principales del avivamiento son: primeramente, el extraordinario despertar de los miembros de la congregación; y, en segundo lugar, la conversión generalizada de las personas que antes solían vivir en la indiferencia y el pecado.”
La coincidencia entre ambos autores es digna de destacar. El Avivamiento viene a despertar corazones aletargados, dormidos, fríos o incluso moribundos dentro de la Iglesia, y a transformar las vidas de los rebeldes, indiferentes, e incluso enemigos abiertos del evangelio, como veremos más adelante.
Otra pregunta que aparece regularmente, es si la Biblia, específicamente los apóstoles en el Nuevo Testamento, enseñaron a buscar o pedir un Avivamiento. Ante dicha pregunta, la asociación entre avivamientos y la Iglesia primitiva en el caso de Hoover, es ineludible. En su libro: “Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile”, contando sobre los inicios del movimiento, el pastor Hoover nos lleva al año 1902, año en que se estudiaba los Hechos de los Apóstoles; y a la pregunta que le formuló un hermano de su congregación, que ha pasado a ser un ícono del pentecostalismo chileno: “¿Qué impide que nosotros seamos una Iglesia como la Iglesia primitiva?”; ante lo cual el pastor contestó: “No hay impedimento alguno sino el que esté en nosotros mismos”.[3] Así que básicamente, Hoover y los suyos, en su búsqueda por ser como la Iglesia primitiva, se encontraron con un Avivamiento.
Por su parte Lloyd-Jones, aborda directamente esta pregunta, diciendo lo siguiente [4]:
“Otra objeción que algunos aducen es que en el Nuevo Testamento nunca se nos enseña a orar por un avivamiento. Aquí llegamos a un tema que muy bien pudiera ocupar el resto de nuestro tiempo. Existe una respuesta prolija a esta objeción, el punto principal de la cual es que la Iglesia del Nuevo Testamento no oraba por un avivamiento porque ya lo tenía. Lo que leemos acerca de dicha Iglesia es un relato de avivamiento permanente. La Iglesia neotestamentaria estaba llena del poder del Espíritu. Cuando hojeas la historia de los avivamientos, ¿no te recuerda esta de inmediato al libro de Hechos de los Apóstoles? La Iglesia, en medio de un avivamiento, siempre se identifica con aquella del Nuevo Testamento. El período neotestamentario fue una época de avivamiento: el gran derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés continuó sucediendo. La Iglesia neotestamentaria era una iglesia «pneumática», llena del Espíritu Santo. Muchas veces explico este argumento de la manera siguiente. Considera 1 Corintios 14, cuando Pablo tiene que escribir a la iglesia en Corinto acerca del hablar en lenguas y de cómo deben hacer esto uno por uno; así como cuando dice que si un hombre está profetizando y ve a otro que quiere hablar, ha de cederle la palabra, etc. ¿Acaso resulta necesario escribirle ese capítulo a la Iglesia actual? ¡Por supuesto que no! ¿Y por qué razón? Porque en la actualidad la Iglesia no se encuentra en esa situación «pneumática». La Iglesia neotestamentaria era una Iglesia que estaba llena y bautizada con el Espíritu Santo.”
Un último elemento digno de destacar, al que alude abiertamente Lloyd-Jones, y que Hoover relata de forma experiencial, es lo que podríamos denominar, en coordenadas calvinistas: “Gracia Irresistible para los escogidos”. Esto es un elemento muy característico de los Avivamientos. No son pocos los relatos en que personas contrarias al movimiento, enemigos abiertos, quienes, no teniendo voluntad alguna de escuchar un sermón, han sido completamente quebrantados por la presencia del Espíritu Santo, cambiando sus vidas de forma instantánea.
Martin Lloyd-Jones lo presenta en los siguientes términos [5]:
“Por último, nada muestra con mayor claridad el carácter irresistible de la gracia que un avivamiento. Esto puede verse, por supuesto, en cada conversión verdadera; pero en los avivamientos se aprecia a gran escala, inequívocamente; como cuando algunos hombres que han ido a las reuniones para perturbarlas y estropearlas de pronto resultan impactados, quebrantados, sus ojos se abren y reciben la vida. No hay nada tan evidente en un avivamiento como la gracia irresistible de Dios. Y no sólo los «necios que habían ido para burlarse», sino también los enemigos y los arrogantes se ven humillados, subyugados, convertidos y nacen de nuevo. Por tanto, el avivamiento subraya y resalta esta doctrina particular de la Biblia de forma asombrosa”.
Por su parte, y en la misma dirección, Hoover cuenta una experiencia que calza perfectamente con lo descrito por Lloyd-Jones, aunque obviamente no hay un desarrollo doctrinal desde una perspectiva calvinista. Él lo relata en los siguientes términos [6]:
“Un testimonio notable, dado en la vigilia del sábado, era de uno que había venido al barrio con ganzúas con un compañero para abrir una tienda, y oyendo la oración aquí, entraron creyendo que era un remate, un lugar propicio para su trabajo. El uno salió cambiado y abandonó el plan que tenía. Su compañero le pidió las ganzúas, pero él se las negó, y las botó, y ha seguido una vida con Cristo desde ese día, ya hacen dos meses.”
Como hemos sido testigos en los últimos días, muchos han sido los detractores a Asbury, como ha ocurrido históricamente con los avivamientos. Por lo que hemos visto desfilar al mundo liberal, que se opone abiertamente a todo lo sobrenatural; a aquellos que buscan reivindicaciones raciales, que han puesto el acento en la composición étnica de los estudiantes; o a su versión latinoamericana, encarnada en la teología de la liberación y su eterna sospecha en todo lo que provenga de Estados Unidos y no haga mención de los pobres; también hemos visto al mundo queer, quienes hoy por hoy ostentan la hegemonía cultural en lo que ha reivindicaciones LGBTQ se refiere, quienes buscan copar todos los espacios donde la atención pública este presente, por lo que Asbury no ha sido la excepción; y finalmente, gran parte de ese escepticismo viene del mundo protestante reformado cesacionista, quienes exigen tanto la adoración correcta, así como también sermones con la doctrina correcta. Es este último grupo de detractores quienes más contradicciones me generan, ya que si hay evidencias suficientes de que la “Gracia Irresistible para los escogidos” está presente en Asbury, son ellos los primeros que deberían prorrumpir en júbilo y adoración.
Para finalizar, entendamos que los Avivamientos son tiempos inusuales, excepcionales, en los que Dios soberanamente derrama su Gracia de manera sobreabundante en su Iglesia, y esto lo hace para preservarla. Por esto, mientras vivamos en tiempos normales, esforcémonos por el avance gradual del evangelio en nuestros medios, bajo la guía habitual del Espíritu Santo en nuestras iglesias; enseñando las doctrinas correctas, y procuremos alabar a Dios con aquello que es digno de su santidad y majestad. Pero cuando venga sobre nosotros tiempos de refrigerio y el Espíritu Santo se derrame de forma abundante; cuando estos periodos especiales de misericordia lleguen, contemplando los frutos, reconozcamos la incapacidad de nuestros esfuerzos y la debilidad de nuestras métodos y estrategias, y entreguemos toda adoración al único que la merece, confesando que: “La Salvación es del Señor”.
Referencias
[1] Willis Hoover, revista “El Cristiano”, N°310, 29 de mayo de 1905. [Créditos a Lumbre Pentecostal].
[2] Martyn Lloyd-Jones, “Los Puritanos. Sus Orígenes y Sucesores”, Conferencia de 1959, páginas 19 y 20.
[3] Willis Hoover, “Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile”, 2ª Edición 2006, Capítulo I, página 2.
[4] Martyn Lloyd-Jones, “Los Puritanos. Sus Orígenes y Sucesores”, Conferencia de 1959, páginas 34 y 35.
[5] Martyn Lloyd-Jones, “Los Puritanos. Sus Orígenes y Sucesores”, Conferencia de 1959, página 44.
[6] Willis Hoover, “Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile”, 2ª Edición 2006, Capítulo X, página 23.