Por Bastián Jara Nicovani*
Es sabido que entre protestantes y católicos existe una disputa que data de largo tiempo sobre quién tiene la verdad en cuanto al evangelio. Desde el caso Lutero hasta el Concilio Vaticano II, se han tratado cuestiones y problemáticas con respecto a la doctrina o los dogmas. Pero en el caso católico actual, la dogmática, la doctrina, la disputa protestante-católica, pasan a segundo plano en cuanto a contingencia del mundo religioso católico, y lo que se vuelve principal es la figura de un nuevo papa carismático, como lo es Francisco I: jesuita, argentino, amante del futbol y amigo cercano de pastores de iglesias protestantes alrededor del mundo, lo que lo vuelve un personaje destacable, llamador de masas y que sin lugar a dudas ha devuelto a la palestra mundial el tema de la fe católica y la figura del papa, pero, ¿por qué en Chile ha sido tan resistido?
Para tratar de contestar esta pregunta debemos repasar los siguientes puntos de este breve ensayo: ¿Cómo influye la figura del papa en la sociedad chilena actual? ¿Chile sigue siendo un país católico? ¿Cómo reaccionamos los pentecostales ante esta venida? ¿Qué enseñanza deja Francisco I para las iglesias evangélicas y pentecostales?
En primer lugar, tenemos a Mario Bergoglio (Francisco I) un Jesuita, cuya orden nace en plena contrarreforma católica (una de las respuestas al protestantismo que surge con Lutero) en El año 1534 por Ignacio de Loyola junto a sus discípulos y surge como un organismo que denomina a sus adherentes soldados, generales, etc. Estos, a la vez, están a cargo de defender el evangelio por la vía de la predicación o la publicación de libros. Además, es una orden que tiene como propósito misionar para la propagación de las enseñanzas de la iglesia católica utilizando estos tres conceptos como base de su pasión misionera: obediencia, pobreza y castidad (Bataillon, 2014). Estos conceptos generan que el Jesuita quiera y anhele siempre ir tras las misiones, aunque estas le costaran la vida. El profesor Rafael Gaune cataloga este anhelo como el “Deseo de las Indias” (Gaune, 2016), refiriéndose a la pasión con la que el “soldado” de la compañía de Jesús, anhelaba venir a américa a cristianizar a los indios perdidos, paganos, pecadores, etc.
Ahora bien, ¿Qué tiene que ver el Papa Francisco con todo esto? Mucho, ya que él hereda de los jesuitas todos los métodos que implementa en la gestión de su cargo. Una de estas herencias es la capacidad de llegar a todo tipo de gente, condición social, color de piel, religión u otra característica por el método que sea usando la misión y la evangelización, razón por la cual posiblemente lo eligieron. Si no, solo hay que remontarse a los eventos evangélicos argentinos en los cuales participaba mientras era un sacerdote y en los que hasta dejó que orasen por él diferentes pastores carismáticos amigos y partidarios de Mario Bergoglio. Otra de las razones por la que probablemente fue nombrado Papa, es que, por medio de su carisma, reconquistaría a todos los feligreses que escaparon del catolicismo debido a la cantidad exorbitante de abusos sexuales por parte de sacerdotes contra niños, mujeres, jóvenes y hombres adultos.
Es por esto por lo que, si bien es cierto, la figura del Papa es importante a nivel religioso mundial, en la sociedad chilena no tiene mayor relevancia. Una de las razones más importantes es la nula intervención de la iglesia en los casos emblemáticos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, como justamente en el caso Karadima, que en vez de ser llevado ante la justicia local, fue protegido y aislado por la iglesia católica para encubrir sus delitos y también encubrir a sus testigos (como lo es el caso del obispo Barros de Osorno). Así, la sociedad chilena, con una memoria ciudadana tan frágil desde la dictadura militar, ha sido contraria a la visita del papa y demuestra su malestar, principalmente por las redes sociales en contra de los abusos sexuales, el sexismo, el machismo, la violencia, el robo y un sinfín de problemáticas sociales que nos aquejan como sociedad y que, de alguna manera u otra, no se han resuelto. En ese mismo sentido, Chile, siendo un país de formación católica, ha perdido su fe en una institución que en el papel se ve muy limpia y sacra, pero que en la práctica no lo es.
En segundo lugar, podemos ver que Chile, día a día ha dejado de ser un país católico, con costumbres y liturgias católicas, a uno mediana o parcialmente protestante. Según el cuestionado censo del año 2012, la cantidad de ciudadanos evangélicos en Chile subió, mientras que la cantidad de feligreses católicos decreció, sospechosamente en el momento en el que salieron a la luz las investigaciones por violaciones sexuales contra sacerdotes católicos. Bajo esta misma premisa, nosotros los pentecostales somos la entidad evangélica que más ha crecido durante los últimos años. Basta solamente revisar los datos del ministerio de justicia para hacerse la idea de la cantidad de iglesias evangélicas pentecostales que se levantan día a día en el país.
A raíz de estos datos, podemos concluir que tenemos cierta similitud con la forma que adopta la evangelización jesuita, la cual está presente en el actual Papa. Ya que, sin lugar a duda una de las tareas que más ha realizado la iglesia pentecostal es la de las misiones y la evangelización, principalmente por la vía de la predicación pública. Basta con observar domingo a domingo en nuestras calles la ardua labor que llevan los hermanos de las iglesias pentecostales predicando el evangelio con el fin de ganar almas como muestra fiel del mandato del Señor. Pero, aunque tengamos ciertas similitudes en la práctica, seguimos doctrinalmente siendo muy diferentes.
Así como la iglesia católica ha perdido adherentes y credibilidad, las iglesias evangélicas también la han perdido, además de la confianza que tenía, en rasgos generales, la ciudadanía sobre ellas. Si observamos la historia de las iglesias pentecostales en Chile, desde Hoveer pasando por el obispo Umaña y un sinfín de personajes prominentes en la historia de la iglesia pentecostal chilena, podemos notar que con el pasar de los años y por diversos motivos, nos hemos enfrascado en discusiones, conflictos de poder y escándalos de dineros, que dañan notablemente la imagen de las iglesias evangélicas chilenas. Sin ir más lejos, la crítica más repetida que abundaba recientemente en las redes sociales era sobre el costo de la visita del Papa a Chile, cuyo monto borde los 10 mil millones de pesos. De hecho, una gran cantidad de evangélicos que estaba en contra de esta cifra y de la visita, expresaron su rechazo principalmente mediante las redes sociales. Pero ante esto no podemos pecar de inocentes, debido a que en este ultimo tiempo la misma prensa nacional ha expuesto escándalos de carácter económico que rodean principalmente a la Primera Iglesia Metodista Pentecostal de Chile (Jotabeche), en especial durante y después del Tedeum del año 2017, donde Eduardo Duran Salinas rechazo fehacientemente el impulso de las leyes progresistas de parte de la presidenta Michelle Bachelet. El problema principal de esto no es lo que haya dicho (que personalmente su discurso estaba de acorde en gran parte a lo que creo) sino todo lo que rodea a la “supuesta” iglesia que representa al mundo evangélico en Chile. Lamentablemente para los pentecostales que tenemos conciencia de cómo vive la sociedad chilena actualmente, las cifras que expuso el diario la tercera sobre el patrimonio del Obispo Eduardo Duran y su hijo, sumado a la militancia en RN por parte del mismo, solo nos provocó vergüenza y quizás un gran sentimiento culpa de lo que esta sucediendo en la actualidad evangélica.
Es por estas razones que quizás no somos tan distintos, ya que, si el Papa Francisco I vino a Sudamérica y en especial a Chile a reconquistar ese pueblo católico que se ahuyentó por los escándalos de inmoralidad sexual, nosotros como evangélicos pentecostales, amantes de las almas y la predicación callejera, deberíamos trabajar en la ardua tarea de reconquistar a las personas que perdieron su fe en el evangelio en Chile debido a diversos escándalos (ejemplos podemos dar de sobra) y quizás esa sea la enseñanza más grande que nos pueda dejar esta visita, la búsqueda de, por medio de cualquier método, llegar a las gentes inconversas y los que estaban, pero se ahuyentaron.
Como instituciones, siempre tendremos las diferencias acérrimas que marcaron la historia desde la Reforma hasta la actualidad, por lo que creo que nunca podremos sacar una enseñanza clara sobre doctrina desde la iglesia católica. Pero si hay algo que tenemos que empezar a considerar, es el movimiento que ha intentado provocar Francisco I por medio de su discurso conciliador, algo que como iglesias evangélicas pentecostales no hemos tenido, sino que por el contrario vamos en aumento en las divisiones a nivel de corporaciones (las más emblemáticas creo que son las de la iglesia metodista pentecostal), las cuales han generado esta falta de credibilidad de la que hablamos en la misma gente inconversa.
Quizás y solo quizás, debiésemos de aprender esa práctica que implementó Francisco I desde su llegada al Vaticano y que lleva por años siendo la premisa de los jesuitas, la austeridad, y también formar liderazgos que sepan que su misión es llevar el evangelio tal cual es a las almas perdidas y que las disputas queden de lado para concentrarnos en expandir la fe cristiana evangélica. Es por esto por lo que debemos tener el mensaje de Juan el Bautista más vigente que nunca en nuestras congregaciones: “Arrepentíos y convertíos…”, pero en esta circunstancia debemos partir por nosotros y luego por los que ahora quizás alcanzó Francisco I y la iglesia católica mediante su visita, porque probablemente en esta ocasión si se nos adelantaron en algo, y eso fue en intentar atraer a las masas mediante una figura que muestra una supuesta compasión y comprensión para con sus fieles.
*Estudiante de Historia, Universidad Andrés Bello. Miembro Iglesia Metodista Pentecostal.
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Referencias
Bataillon, M. (2014). Los Jesuitas en la España del sigloXVI. Ajusco, México: Fondo de Cultura Económica .
Gaune, R. (2016). Escritura y Salvación. Cultura misionera Jesuita en tiempos de Anganamón, Siglo XVII. Santiago, Chile.: Ediciones Alberto Hurtado.