Los problemas medioambientales son una realidad innegable. Las sociedades industriales se han vuelto agentes contaminantes de forma masiva desde mediados del siglo XVIII, siendo responsables del drástico aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, además de la sobreexplotación de recursos hídricos, forestales, generación de miles de toneladas anuales de basura, entre otras causas que han provocado la crisis medioambiental actual.
De acuerdo con Sir John Theodore Houghton, desde la revolución industrial, el dióxido de carbono ha aumentado en más de un 35%, lo que en la práctica se ha traducido en un aumento de la temperatura media global y, en consecuencia, en un aumento en el nivel del mar producto del derretimiento de los casquetes polares, afectando a las comunidades humanas que viven en las zonas bajas, produciendo desequilibrios hidrológicos, sequías, inundaciones, desigualdad y pobreza. Por tanto, la base desde la cual se ha construido la sociedad actual ha sido la causa de la crisis medioambiental. Por ello, se impone la responsabilidad de reflexionar sobre este asunto. ¿Cómo lo abordamos desde un punto de vista cristiano y pentecostal/carismático?
Indudablemente, por más voluntad que los cristianos tuvieran, un problema como este solo se puede resolver con un acuerdo transversal que rebasa nuestras competencias. No obstante, mientras la sociedad avanza en esta conversación, los cristianos podemos trabajar desde nuestra vocación de fe. ¿Por qué, y cómo, podríamos hacerlo?
Hay dos principios fundamentales, inspirados en las Escrituras y en la espiritualidad carismática, que se relacionan con los problemas medioambientales y que pueden orientarnos en el porqué:
- La creación es divina. El cristianismo enseña que nuestro Dios es creador; que la creación le pertenece; y que sus hijos somos administradores y representantes de ella ¿estamos haciendo bien esto último? Como indica Génesis 2:15: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. Esto último nos interpela a trabajar la tierra y «cuidarla», esto es, hacer de nuestra «casa común» un lugar «sostenible» en el tiempo.
- Dios está presente en el mundo. Creemos en que el Espíritu Santo que inspira nuestras vidas, es así mismo Espíritu de Vida. Los evangélicos nos hemos caracterizado por luchar por la vida, y esta lucha sin duda debe seguir dándose. Pero, la vida humana no es la única vida. Es tiempo de aplicar ese concepto y ese compromiso a toda la creación. Este Espíritu “siempre está activo en el cosmos/mundo/naturaleza. Dios no «entra» en la naturaleza como un visitante y un extraterrestre; Dios está siempre presente en el mundo. Por lo tanto la creación está preparada para la acción del Espíritu”. Si Dios está siempre presente y activo, entonces debemos entender que la destrucción de la naturaleza no es un camino adecuado.
En vista de lo anterior, ¿cómo aplicar esto en nuestras comunidades de fe? Las organizaciones firmantes deseamos realizar las siguientes recomendaciones en materia de cuidado medioambiental:
A. Promover y educar una perspectiva bíblica-pentecostal sobre la importancia de la creación y su cuidado, mediante talleres de formación, aplicación, etc.
B. Promover <<acciones de cuidado>> del medioambiente a nivel de iglesias locales mediante exposiciones, conversatorios y actividades enfocadas, principalmente, a la concientización de las nuevas generaciones.
C. Habilitar los templos como puntos limpios de reciclaje para la comunidad, donde los residuos sean derivados posteriormente a lugares donde tengan un tratamiento propicio.
D. Utilizar materiales de construcción en los templos que faciliten el uso eficiente de energía, tales como cementos ecológicos, alumbrado de bajo gasto eléctrico, materiales de baja transmitancia térmica, entre otros.
E. Generar instancias en congregaciones de aportes al cuidado medioambiental a la sociedad, tales como organizar días de limpieza de las calles, playas, plazas u otros espacios públicos, o bien gestionar la forestación de algún sitio con especies nativas, manufacturar casas para aves, entre otras.
F. Impulsar a las congregaciones a realizar auditorías energéticas en los templos, con el fin de identificar oportunidades de mejora en cuanto al uso eficiente de energía.
G. Promover el uso de elementos reutilizables y reciclables en actividades que desarrollen las congregaciones, reemplazando el consumo de elementos plásticos desechables
H. Generar grupos de colaboración al interior de las congregaciones (y entre congregaciones) que pongan a disposición elementos tecnológicos funcionales que estén en desuso o requieran una reparación leve, prendas de vestir, materiales de construcción o para efectuar manualidades, etc, con el objetivo de ampliar la vida útil de estos elementos, evitando el consumo de uno nuevo y con ello en impacto ambiental asociado a la fabricación de un elemento.
Las Escrituras, en la Gran Comisión (Mt. 28,19-20) nos llaman a ejercer un rol activo en la formación de discípulos, y este rol implica que la iglesia muestre el carácter de Cristo en la sociedad, enseñando con el ejemplo lo que hemos recibido del Señor aún en lo que respecta al cuidado de la creación. Al adoptar estas medidas se estará contribuyendo al cuidado del medioambiente, a la formación de futuras generaciones, y a su vez la iglesia podrá ser luz en la sociedad actual, acercando el mensaje del evangelio en cada actividad que se desarrolla en comunidad.
Organizaciones firmantes
Pensamiento Pentecostal
Centro de Liderazgo Público Oikonomos
Apologos – EcoLogos