Por Bastián Jara Nicovani*
Svensson, Manfred (2011). Resistencia y Gracia Cara. Barcelona: Clie.
“No debemos sorprendernos si volvemos a tiempos en que se exija de nuestra Iglesia la sangre del martirio”, Dietrich Bonhoeffer, mártir durante el nazismo alemán.
Manfred Svensson, mediante su libro Resistencia y Gracia cara. El pensamiento de Dietrich Bonhoeffer, nos da cuenta del pensamiento de Dietrich Bonhoeffer mediante una revisión de documentos y fuentes escritas por él. Este análisis, no solo ocurre como la interpretación de un Dietrich como teólogo propiamente tal (conclusión a la que algunos llegarían al intentar interpretarlo), sino que nos da cuenta de que existe un Bonhoeffer que fue, durante largo tiempo, mal interpretado y mal usado por diferentes autores, quienes hallaron en Bonhoeffer un referente para reafirmar posturas teológicas propias. Svensson da cuenta de que, para entender a Bonhoeffer, debemos conocer su contexto histórico, su vida, sus influencias teológicas y luego de eso reafirmar una postura sobre su pensamiento, ya que uno de los errores más frecuentes que se dieron al analizar la vida y obra de Bonhoeffer, fue el de inclinar su postura a una tendencia teológica determinada por sobre su ardua labor pastoral-social y teológica en medio de un contexto histórico complejo como lo fue el periodo de guerras mundiales y la aparición del nazismo alemán.
Svensson parte su libro haciendo una descripción biográfica de los escritos de Bonhoeffer, destacando su fuerte inclinación por el estudio de la teología, sus influencias teológicas, su paso por Roma -y su postura sobre el catolicismo al cual los evangélicos de la época caricaturizaban, siendo Dietrich un opositor a los mitos que existían sobre la religión católica-, su contacto con la teología y postura de Barth, sus viajes, su pastorado, su oposición al régimen, su persecución y posterior muerte.
Dentro de esta pequeña parte biográfica se destaca su participación en la Iglesia luterana, iglesia que fue censurada durante el régimen nazi y que se inclinó a seguir la postura del nazismo, dejando de lado su opinión como Iglesia y dando paso al adoctrinamiento nazi mediante la propaganda del partido. Debido a esto surge la “iglesia confesante” cuyo rol fue, en parte, apoyado pero a la vez criticado por Bonhoeffer, ya que su oposición fue tímida y se limitó más bien a establecer la autonomía que tenía la iglesia por sobre el estado. Bonhoeffer fue parte, a la vez, de todo un movimiento de religiosos que se opusieron al régimen, hombres que si alzaron la voz en desmedro de sus pares cristianos que callaron por miedo a las consecuencias. Además, el Bonhoeffer como catedrático tiene mucho que decir por medio de las aulas, ya que como profesor forma parte una visión crítica sobre la postura de la iglesia luterana. Es por eso por lo que forma parte, con el pasar del tiempo, de un seminario ilegal, en donde podía enseñar sin la restricción dogmática y confesional que había impuesto el nazismo. Todo esto lo describe Svensson como el panorama local que tuvo que enfrentar Bonhoeffer, siendo el tema de la gracia barata la principal critica que emergió del joven pastor luterano hacia la Iglesia, término del cual Svensson se hará cargo a través de los siguientes capítulos del libro.
El libro está dividido en cuatro partes: La mente de Bonhoeffer, El mundo de Bonhoeffer, La iglesia, espiritualidad, fe de Bonhoeffer y finalmente por conclusión explica lo que significa la “Gracia cara”. Desde estas secciones nos ofrece una perspectiva de los diferentes momentos de vida de Bonhoeffer, dejando en claro desde un principio que el Bonhoeffer joven no es el mismo que el que sería encarcelado y fusilado por el nazismo.
El primer capítulo del libro está dedicado a descifrar la mente de Bonhoeffer a través de sus escritos. Dentro de esa mente se encuentran sus lecturas y escritos desde la cárcel, en donde sus predilectas no se centraban solo en la teología, sino que agregaba a su lista el teatro, la novela y otras más. Él mismo describe que esta afición por los escritos teatrales se ve interrumpida en primera instancia debido a un conjunto de ideas acumuladas que el poseía que dejarían la obra con un “desenlace simplista”. Lo que llama la atención de Svensson es que, pese a que las lecturas de Bonhoeffer eran novelísticas y teatrales, no se centran en la tragedia o en eventos vinculados a lo que está pasando a su alrededor sino mas bien son textos propiamente literarios. Es más, él mismo exclamó “Ante las cosas más delicadas no se vuelven sentimentales, ante las más duras no se vuelven frívolos, no se vuelven patéticos al expresar sus convicciones, no hay ninguna exagerada complicación de la lengua o de su objeto.” Frase que, según Svensson, también describe la personalidad de Bonhoeffer.
El segundo capítulo está dedicado a analizar el mundo de Bonhoeffer, por medio de la cosmovisión cristiana que poseía Dietrich, es decir, cuál era su pensamiento acerca de temas cruciales como el matrimonio, el trabajo, la política, la sociedad, etc. Todo esto Bonhoeffer lo tomó desde postulados de Lutero reafirmándolos bajo el nombre de mandatos.
Svensson destaca que a pesar de que Bonhoeffer perteneciera a una clase social acomodada, tenía su propia visión sobre su clase social y su propia postura clásica sobre la política: “La forma relativamente mejor de gobierno será aquélla que deje traslucir del modo más claro que la autoridad viene de Dios”. Además, podemos observar que las críticas que sostiene Bonhoeffer sobre la Iglesia que le rodeaba en su época, estaban dirigidas desde esta misma premisa. Dichas críticas le valieron la confusión de quienes le leían, ya que, si bien es cierto que Bonhoeffer las dirigió hacia su iglesia contemporánea, estas iban acorde a un contexto y bajo la línea de pensamiento y cuestionamientos cristianos que él poseía, pero que no se ajustan necesariamente a otras realidades.
Toda esta visión cristiana de mundo surge debido al contexto alemán que le rodea. Remontándonos a la historia, Bonhoeffer tiene influencias, tanto positivas como negativas muy marcadas, entre ellas podemos destacar desde el mismísimo Lutero hasta el ya mencionado Barth, de quienes toma propuestas y sigue, en parte, su modelo cristiano.
Quizás su pensamiento más importante dentro de esto es su postura sobre la libertad y los derechos humanos. Svensson describe a un Bonhoeffer que está al tanto de las libertades que le rodean a nivel mundial y que demanda también que no exista censura, sobre todo en las predicaciones y confesiones cristianas existentes en Alemania. Al igual que Lutero, Bonhoeffer tenía una postura visible sobre la libertad, una que “solo Dios puede conceder al hombre” y que intentó proclamar por los diferentes medios que poseía Bonhoeffer.
En medio de esta vinculación hacia los derechos humanos, según Svensson, Bonhoeffer es usado como un ejemplo de pacificación o de hombre de paz. No obstante, en la práctica esto era “cuestionable” debido a que aunque su postura si era pacifista, también entendía que “la paz no podía ser la prioridad mientras que estuviera Hitler en el gobierno”, haciendo entrever que la paz solo se lograría quitando de en medio al dictador.
Ya para el tercer capítulo, Svensson nos habla sobre la postura pastoral que poseía Bonhoeffer y sobre las preocupaciones que le surgen debido a la “invisibilidad” que sostenía la iglesia en ese entonces. Su postura comunitaria sobre la iglesia y el rol que debe cumplir está marcada también en la iglesia confesante, cuya premisa también era la de mantener un orden estricto en cuanto a la disciplina eclesiástica.
Por otra parte, Bonhoeffer fue muy criticado debido a su adhesión al ecumenismo. Svensson nos detalla que su contacto fue constante debido a sus viajes y a la impresión que le generó Roma en su vida espiritual. A pesar de todo esto, Bonhoeffer siempre se declara como teólogo y pastor luterano, pero esto no sería lo que le causaría problemas sino su postura, mediante la iglesia confesante, en cuanto a la doctrina y las confesiones de fe. Según Svensson, Bonhoeffer le daba tanta importancia a las Escrituras como a las confesiones propias de la iglesia luterana, por lo tanto, era visto como legalista y hasta un defensor del calvinismo por los cristianos luteranos alemanes.
La cuestión por destacar de este capítulo no es tan solo la postura crítica de Bonhoeffer en cuanto a su propia iglesia, sino más bien, su postura en cuanto a cómo era su visión del evangelio y como debía de ser practicado ya que, para él, su iglesia más que practicar, predicaba y exponía un evangelio que poco había vivido y que había sido relegado solo al estudio, sin tener un sentido evangélico-social.
Finalmente, Svensson llega a conclusiones interesantes sobre el pensamiento de Bonhoeffer. La crítica que este hacía a la Iglesia no está solamente direccionada en el silencio de su iglesia en el periodo del nazismo, sino que también ve una liviandad con la que se estaba llevando el evangelio en medio de la iglesia luterana. Para Bonhoeffer, la “Gracia barata es gracia sin seguimiento, gracia sin cruz, gracia sin Jesucristo vivo y hecho hombre”. Por lo tanto, esa gracia que se ofrecía no conllevaba sacrificio alguno, al contrario de la gracia que vio en Lutero. Todo esto nos lleva a concluir que una gracia sin una vida dedicada a Cristo no tiene sentido y Dietrich quizás intentó llevar acabo esa gracia cara pagando con su propia vida al intentar exponer lo que él creía correcto como cristiano y como alemán.
*Estudiante de Historia, Universidad Andrés Bello. Miembro de la Iglesia Metodista Pentecostal.