Por Dale M. Coulter*
Me encanta ser parte de los diálogos ecuménicos porque siempre aprendo mucho tanto sobre mi propia familia de iglesias como sobre otras tradiciones representadas. Unos años atrás, participé en una conversación ecuménica como uno de los cinco representantes del pentecostalismo. Los miembros del equipo provenían de distintas partes del mundo y dos de ellos eran de tierras tradicionalmente ortodoxas.
En un punto de la conversación, el equipo Pentecostal fue consultado sobre nuestra perspectiva de los sacramentos: ¿creen los pentecostales en los sacramentos, y en cuantos? Uno de mis compañeros de equipo inmediatamente respondió afirmativamente y dijo que los pentecostales tenemos siete. Después de reponernos del pequeño shock que nos produjo esta respuesta, intervine diciendo que esta perspectiva no era cierta para la mayoría de los pentecostales en Estados Unidos.
Al primer entretiempo, averigüé con mayor detalle sobre esta perspectiva entre los pentecostales de países ex comunistas. ¿Realmente tenían una perspectiva como esta sobre los sacramentos? Para mi gran sorpresa, se me dijo que en tierras históricamente ortodoxas, los pentecostales han bebido profundamente de la vida ortodoxa y que esto ha afectado su desarrollo teológico. Mientras es cierto que muchos pentecostales aún mantienen una perspectiva zwingliana de los sacramentos, hay un pequeño pero creciente esfuerzo de algunos teólogos pentecostales y líderes de iglesias por recuperar un sacramentalismo más robusto. Estos esfuerzos son parte de un diálogo más amplio con la ortodoxia, el catolicismo y los pensadores patrísticos, así como una extensión de la espiritualidad, central para la vida y testimonio pentecostal.
Esta tendencia ha resultado de la convergencia de una serie de desarrollos diferentes. En los Estados Unidos, comenzó en los ’80 y con el debate entre Donald Dayton y George Marsden sobre cómo entender mejor la naturaleza del evangelicalismo. Dayton sostenía que las vertientes wesleyana y pentecostal del movimiento representaban un modo de hacer teología distinto al de las vertientes bautista y reformada. Esta diferencia fue impulsada por varios pensadores metodistas y pentecostales en los ’90, quienes comenzaron a explorar las conexiones entre Wesley y el testimonio patrístico (Ted Campbell y Randy Maddox), los sacramentos (Hal Knight) y las potenciales correlaciones con el pentecostalismo (Steve Land).
Una segunda tendencia comenzó en Suecia con el teólogo pentecostal sueco Peter Halldorf. En el curso de los ’80 y ’90, Halldorf exploró y adaptó la espiritualidad de la tradición patrística, en particular la de los padres del desierto. Halldorf es un escritor prolífico aunque prácticamente todo lo ha publicado en sueco, lo que ha limitado su influencia. El edita la revista Pilgrim, y es el líder de un centro de retiro y una comunidad ecuménica. Sus esfuerzos por fundir espiritualidad ortodoxa y pentecostalismo han tenido un impacto importante en el desarrollo de las iglesias pentecostales suecas e incluso está influenciando a los pentecostales noruegos.
Escritores más recientes han continuado la exploración de conexiones entre espiritualidda pentecostal y espiritualidad ortodoxa, como se ejemplifica más claramente por el teólogo de las Asambleas de Dios, Simon Chan. Comenzando con su Spiritual Theology (1998), Chan ha escrito una serie de trabajos centrados en la liturgia, la eclesiología y el sacramentalismo, llamando a pentecostales y evangélicos a recuperar las tradiciones espirituales de la iglesia. El deseo por explorar sus propias raíces rusas llevó al teólogo de las Asambleas de Dios Edmund Rybarczyk a comparar ortodoxia y pentecostalismo, con lo cual relevó varias similitudes en torno a la doctrina de la salvación. Finalmente, Daniela Augustine, búlgara pentecostal, quien es bautizada ortodoxa pero conversa al pentecostalismo, ha comenzado a escribir trabajos que funden ambas tradiciones, especialmente su más reciente publicación: Pentecost, Hospitality and Transfiguration (Pentecostés, hospitalidad y transfiguración).
Este movimiento para explorar las conexiones entre las tradiciones espirituales de cristianismo y pentecostalismo han fructificado en trabajos recientes que llaman a una perspectiva de los sacramentos como mediadores de la gracia en la vida del cristiano. Estos trabajos son Pentecostal Sacraments de Dan Tomberlin, y Toward a Pentecostal Theology of the Lord’s Supper. Esto también puede verse en los esfuerzos por una renovación litúrgica por los miembros del Joint College of African American Pentecostal Bishops.
Cuando se consideran varios de los impulsos básicos de la espiritualidad pentecostal, estas tendencias no son tan sorprendentes.
a. Los pentecostales siempre han tendido a una visión sacramental del mundo en la que Dios obra de modo inmanente.
Los pentecostales no tienen problema con la idea de que las realidades materiales pueden mediar realidades espirituales, como se ve en su práctica de ungir pañuelos para enviar a los enfermos. También funcionan con una hermenéutica que interpreta la escritura simbólicamente. Esta, en parte, es la razón por la cual muchos gravitaron hacia el premilenialismo, pero esto también explica por qué operan con un acercamiento multifocal a la interpretación de las Escrituras.
b. Central para la espiritualidad pentecostal es una teología del encuentro que acentúe una experiencia consciente de la presencia divina.
Normalmente, esta experiencia ocurre en torno a un balaustro (la versión del altar de la low-church), pero en la mente pentecostal permanece conectada a una perspectiva sacramental del mundo. Todo puede convertirse en un conducto de la presencia de Dios y así facilitar un encuentro con Él.
Visto en conjunto, una perspectiva sacramental y una teología del encuentro proveen suelo fértil para un giro hacia el sacramentalismo y las tradiciones espirituales del cristianismo. De hecho, el empuje pentecostal hacia el sacramentalismo desafía a otras denominaciones a enfatizar la conexión entre los encuentros carismáticos y sacramentales con la gracia. Al final del día, estos son simplemente dos caminos para describir la misma realidad.
Los últimos treinta años han probado ser un tiempo muy fructuoso de exploración teológica de los sacramentos y la espiritualidad entre los teólogos pentecostales y los líderes de iglesias. Lo que inicialmente me sorprendió en la mesa de una conversación ecuménica, se ha tornado un trayecto que busca desarrollar algunos impulsos básicos en el corazón del pentecostalismo. La mayoría en el ala confesional no están al tanto de estos desarrollos, es por eso que los menciono aquí.
Estos desarrollos sugieren que hay un gran potencial para un dialogo fructífero entre evangélicos sobre las dimensiones sacramental y carismática de la vida cristiana que podrían ser un buen augurio para la catolicidad de la Iglesia.
*Dr. en Teología, profesor de Historia de la Teología en la Regent University. Miembro de la Society for Pentecostal Studies. Co-editor de Pneuma: The Journal of the Society for Pentecostal Studies, 2010-2015.
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Originalmente publicado en First Things, 2013. Traducción de Luis Aránguiz Kahn.